29 julio 2022

Para Sinoya Kenayala, un agricultor de Malawi de 30 a?os, la tierra lo es todo: se trata de su vida, su legado y mucho m芍s. Su granja de 1,2 hect芍reas en los suburbios de Kalonga, en Lilongwe, la capital, es su mejor oportunidad para proporcionar sustento y una vida estable a sus cuatro hijos. Sin embargo, como ocurre con muchos agricultores y comunidades que dependen de la tierra, siempre se cierne la amenaza de la r芍pida y persistente degradaci車n de la tierra.

Una publicaci車n reciente de la Convenci車n de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificaci車n (UNCCD) titulada  advierte que entre el 20 % y el 40 % de la superficie total de la tierra del planeta ha sufrido alguna forma de degradaci車n. Esto afecta a casi la mitad de la poblaci車n mundial y abarca tierras de cultivo, tierras secas, humedales, bosques y pastizales. Sin embargo, la carga recae desproporcionadamente sobre los peque?os agricultores como Sinoya, las comunidades rurales, las mujeres, los j車venes, los pueblos ind赤genas y distintos grupos en riesgo.