8 diciembre 2023

En un principio, Eleanor Roosevelt rechaz¨® el nombramiento como representante en las Naciones Unidas y le dijo a Harry Truman, el Presidente de los Estados Unidos, que agradec¨ªa la oferta, pero no sent¨ªa que estuviera cualificada para ocupar el cargo. Sin embargo, al final del d¨ªa, en diciembre de 1945, llam¨® al Presidente para decirle que hab¨ªa cambiado de opini¨®n.

Anteriormente ese mismo a?o, hab¨ªa rechazado peticiones para presentarse al Senado de los Estados Unidos, para convertirse en Secretaria de Trabajo o para asumir la direcci¨®n de una importante universidad. Quer¨ªa decir lo que pensaba, despu¨¦s de todos los a?os del servicio p¨²blico de Franklin Roosevelt, y a cualquier persona que la contactaba, le aseguraba que ¡°¡±.

No pod¨ªa quedarse al margen mientras otros constru¨ªan las Naciones Unidas. Hab¨ªa sido testigo del trauma que hab¨ªan supuesto para el mundo la guerra y la pobreza extrema. Hab¨ªa defendido durante mucho tiempo a las organizaciones internacionales dedicadas a la paz ¡ªla Sociedad de las Naciones, el Comit¨¦ Internacional para la Causa y la Cura de la Guerra¡ª y compart¨ªa la visi¨®n de Franklin Roosevelt para las Naciones Unidas, pero segu¨ªan atorment¨¢ndola las visitas a los hospitales y los campos de batalla de la Segunda Guerra Mundial. ¡°Se?or,¡± , ¡°perm¨ªteme continuar en mi autocomplacencia, ay¨²dame a recordar que, en alg¨²n lugar, de alguna forma, hoy un hombre ha perdido la vida por m¨ª. Mientras estemos en guerra, debo preguntar y responder, ?soy digna de que mueran por m¨ª?¡±.

Hombres, compa?eros suyos de la delegaci¨®n, angustiados ante su nombramiento, pensaron que, si se un¨ªa al Comit¨¦ de Asuntos Sociales, Humanitarios y Culturales, trabajar¨ªa en temas de poca importancia, ya que ellos estaban centrados en estructurar el Consejo de Seguridad y en regular las armas at¨®micas. Nadie pudo prever c¨®mo aumentar¨ªa su prestigio cuando se manifest¨® en contra de la repatriaci¨®n forzosa de 60?millones de personas desplazadas. Tampoco ella pudo anticipar c¨®mo le obligar¨ªan a actuar los debates de las Naciones Unidas sobre las Convenciones de Ginebra, la energ¨ªa at¨®mica, el control de armas, las fuerzas de paz de las Naciones Unidas, la creaci¨®n de Israel, la implantaci¨®n del apartheid, la ca¨ªda del colonialismo y los derechos de la mujer. Nadie predijo que ser¨ªa elegida presidenta de la Comisi¨®n de Derechos Humanos de las Naciones Unidas por unanimidad. Como escribi¨® a un buen amigo ¡°contra todo pron¨®stico, las mujeres avanzan, pero soy demasiado vieja para continuar en la lucha¡±1.

El mundo nunca se hab¨ªa puesto de acuerdo acerca de un concepto com¨²n en materia de derechos, y ahora ten¨ªa que hacerlo bajo la sombra de un horror inimaginable y de la incertidumbre econ¨®mica.

La batalla por crear una visi¨®n internacional de los derechos humanos requiri¨® todas las capacidades de Eleanor Roosevelt, y supuso un desaf¨ªo para ella, de formas que nunca habr¨ªa imaginado. Preocupada ante las tensiones pol¨ªticas de una guerra fr¨ªa que aumentaban cada vez m¨¢s y f¨¢cilmente pod¨ªan provocar otra guerra, decidi¨® impulsar un acuerdo integral que pudiera adoptarse lo m¨¢s r¨¢pido posible. Convencida de que un mundo temeroso, que a¨²n se estaba recuperando de la peor guerra de la historia, necesitaba una visi¨®n antes que un tratado, pidi¨® que la tarea de la Comisi¨®n de Derechos Humanos se dividiera en tres trabajos complementarios: la redacci¨®n de una declaraci¨®n de derechos humanos y un pacto para aplicarlos y la creaci¨®n de un tribunal de derechos humanos para que quienes violaran dichos derechos rindieran cuentas de ello. Convencida de que Harry Truman no saldr¨ªa elegido y que no volver¨ªa a ser designada para ocupar su puesto en las Naciones Unidas, luch¨® para que se adoptara una declaraci¨®n antes del final de 1948.

Redactar la Declaraci¨®n Universal de Derechos Humanos supuso un enorme esfuerzo. El mundo nunca se hab¨ªa puesto de acuerdo acerca de un concepto com¨²n en materia de derechos, y ahora ten¨ªa que hacerlo bajo la sombra de un horror inimaginable y de la incertidumbre econ¨®mica. Como presidenta de la comisi¨®n, Eleanor Roosevelt se esforz¨® por crear un entorno en el que las 18 naciones miembro ¡ªcuyos gobiernos carec¨ªan de un concepto com¨²n de ciudadan¨ªa, gobierno, pol¨ªtica, propiedad, religi¨®n e identidad¡ª pudieran imaginar, debatir y formular derechos.

En ¨²ltima instancia, presidi¨® m¨¢s de 3.000?horas de pol¨¦micas deliberaciones para definir los derechos humanos y decidir si se aplicaban o no a todos los hombres, mujeres y ni?os de todo el mundo, independientemente de su raza, religi¨®n, etnia, nacionalidad, edad, pa¨ªs de origen, nivel de ingresos y condici¨®n social. ?Cu¨¢l era la base filos¨®fica para los derechos humanos? ?C¨®mo se reconoc¨ªan y proteg¨ªan los derechos humanos de las mujeres? ?Qu¨¦ implicaban los derechos al trabajo, al salario y los ingresos, a reunirse, a los alimentos, a la vivienda, a la educaci¨®n, a disentir, a votar y participar en el gobierno, derecho a la nacionalidad y las garant¨ªas contra la tortura y la discriminaci¨®n? ?C¨®mo funcionar¨ªa la garant¨ªa de trato igualitario en una comunidad, gobierno o lugar de trabajo en diferentes sistemas pol¨ªticos? ?Qu¨¦ confer¨ªa a una violaci¨®n de los derechos humanos un car¨¢cter tan atroz que pod¨ªa poner en peligro la soberan¨ªa de la naci¨®n donde se hab¨ªa cometido? Adem¨¢s, como presidenta del comit¨¦ encargado de la redacci¨®n de la Declaraci¨®n, tambi¨¦n tuvo que asegurarse de que la visi¨®n que la Comisi¨®n deb¨ªa crear conforme a sus orientaciones se presentaba en un lenguaje claro, f¨¢cilmente comprensible e inspirador.

Mientras que la Declaraci¨®n Universal de Derechos Humanos iba tomando forma, Eleanor Roosevelt tuvo que convencer a un Departamento de Estado de Estados Unidos reticente, cuando no directamente resistente, a aceptar una definici¨®n de los derechos humanos que incluyera los derechos sociales, econ¨®micos y culturales, y no solo los derechos civiles y pol¨ªticos. Luego tuvo que convencer a los sovi¨¦ticos para que no se opusieran a las disposiciones de la Declaraci¨®n que alud¨ªan a los derechos civiles y pol¨ªticos. Por ¨²ltimo, tuvo que convencer a la Asamblea General para que aprobara la Declaraci¨®n. Nadie salvo Eleanor Roosevelt podr¨ªa haber atravesado este campo de minas.

En muchos sentidos, nos enfrentamos a la misma elecci¨®n a la que hizo frente Eleanor Roosevelt: abandonar nuestros sue?os ante el miedo y los derechos ante la pol¨ªtica.

Eleanor Roosevelt dedic¨® su vida a promover la Declaraci¨®n Universal de Derechos Humanos, defendiendo las Naciones Unidas y exigiendo la participaci¨®n de las mujeres en los asuntos internacionales. En el discurso que pronunci¨® al abandonar la organizaci¨®n, inst¨® a la adopci¨®n del Convenio sobre los Derechos Pol¨ªticos de la Mujer. Despu¨¦s de dejar las Naciones Unidas a finales de diciembre de 1952, recorri¨® el mundo desafiando a los abogados y las asociaciones legales, a los funcionarios electos y a los jefes de Estado, as¨ª como a las universidades y a las organizaciones no gubernamentales, a cumplir sus principios. Vol¨® hasta Tokio para ayudar a las mujeres japonesas que ped¨ªan que se respetaran sus derechos en la nueva constituci¨®n nacional y se reuni¨® con los supervivientes de las bombas de Hiroshima y Nagasaki. Cuando visit¨® la India, desarroll¨® una estrecha alianza con Jawaharlal Nehru y quienes arriesgaron sus vidas por la independencia y se convirti¨® en una fiel aliada de Vijaya Lakshmi Pandit. En su pa¨ªs, lider¨® talleres sobre los derechos humanos y la desobediencia civil pac¨ªfica para los activistas de derechos civiles y los responsables de las organizaciones del trabajo, y recaud¨® fondos para apoyar sus iniciativas. Convirti¨® su casa de Val-Kill, en el Estado de Nueva York, en un aula para estudiantes y delegados africanos que buscaban un lugar seguro en el que colaborar y utiliz¨® su columna sindicada a nivel nacional para ense?ar a los lectores por qu¨¦ los derechos humanos eran esenciales para la vida, la paz y la esperanza. Pas¨® sus ¨²ltimos d¨ªas presionando al Presidente estadounidense, John F. Kennedy, para que situara a m¨¢s mujeres en los puestos superiores del gobierno y presidiendo la primera Comisi¨®n Presidencial del Estatus de la Mujer de los Estados Unidos.

Sus acciones no gustaron a algunos los activistas de derechos humanos. Ella cre¨ªa que los derechos de la mujer no pod¨ªan separarse de los derechos humanos universales y le preocupaba que los organismos consultivos, como la Comisi¨®n Presidencial del Estatus de la Mujer, marginaran involuntariamente los derechos de las mujeres. Inst¨® a las mujeres dentro de las Naciones Unidas a que utilizaran su poder para aumentar el n¨²mero de mujeres en la organizaci¨®n y promover y proteger sus derechos, con la esperanza de que una alianza de mujeres dentro de las Naciones Unidas y sus gobiernos miembros, que trabajara codo con codo con las organizaciones de mujeres, construyera una coalici¨®n poderosa. Algunas organizaciones feministas importantes criticaron en¨¦rgicamente su posici¨®n.

Eleanor Roosevelt, Representante de los Estados Unidos en la Segunda Sesi¨®n de la Asamblea General de las Naciones Unidas y Presidenta de la Comisi¨®n de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, Nueva York, 1 de noviembre de 1947. Foto ONU

Sus acciones tambi¨¦n provocaron respuestas fuertes en otros cr¨ªticos. El Ku Klux Klan puso precio a su cabeza, aumentaron los intentos de asesinato, se intensificaron los ataques a su car¨¢cter, los pol¨ªticos cuestionaron su reputaci¨®n y las editoriales cancelaron algunos de sus contratos. Aun as¨ª, Nelson Mandela, Rosa Parks y otros que se enfrentaban a amenazas similares leyeron sus obras y alabaron su compromiso.

Eleanor Roosevelt muri¨® ante de que las Naciones Unidas adoptaran las convenciones sobre los derechos de la mujer y antes de que millones de mujeres de todo el mundo se organizaran para presionar a los gobiernos y a la comunidad de derechos humanos para que consideraran los derechos de la mujer como derechos humanos. Su influencia en la Conferencia Mundial de Derechos Humanos celebrada en Viena en 1993 es innegable. All¨ª, las delegadas retomaron su llamamiento a la acci¨®n y obligaron a la Conferencia a declarar que, ¡°Los derechos humanos de la mujer y de la ni?a son ¡±. Su firme convicci¨®n de que los derechos humanos deben tener significado en ¡°sitios peque?os, cerca de casa¡±2 cal¨® en la Conferencia Internacional sobre Poblaci¨®n y Desarrollo celebrada en El Cairo el a?o siguiente.

No podemos ni imaginar lo que le habr¨ªan gustado la y la creaci¨®n de , la Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de G¨¦nero y el Empoderamiento de las Mujeres. En la cuarta Conferencia de las Naciones Unidas sobre la mujer celebrada en Beijing en 1995, las mujeres representaron a sus gobiernos y a las organizaciones no gubernamentales; negociaron la adopci¨®n un¨¢nime de una plataforma y obligaron a los gobiernos signatarios que aplicaran sus puntos; y se marcharon envalentonadas para asumir riesgos en ¡°sitios peque?os, cerca de casa¡±, gracias al discurso en el que Hillary Clinton dijo que ¡°¡±. Quince a?os m¨¢s tarde, la creaci¨®n de ONU-Mujeres hizo realidad la visi¨®n de Eleanor Roosevelt: un ¨®rgano superior dentro de las Naciones Unidas capacitado para ser ¡°el defensor mundial de la igualdad de g¨¦nero y el empoderamiento de las mujeres¡±, dise?ado para acelerar el progreso a escala mundial y liderado por la expresidenta y activista de los derechos humanos chilena Michelle Bachelet. Para destacar su importancia, la Directora Ejecutiva de ONU-Mujeres tambi¨¦n ejercer¨ªa como Secretaria General Adjunta de las Naciones Unidas.

Ahora, cuando la Declaraci¨®n Universal de Derechos Humanos se acerca a su 75? aniversario, el mundo se encuentra de nuevo inmerso en m¨²ltiples guerras e intensos debates sobre el alcance y la eficacia de la Declaraci¨®n. En muchos sentidos, nos enfrentamos a la misma elecci¨®n a la que hizo frente Eleanor Roosevelt: abandonar nuestros sue?os ante el miedo y los derechos ante la pol¨ªtica. Sin embargo, ahora tenemos las instituciones, los precedentes, las herramientas y el legado esenciales para actuar. Debemos partir de estas victorias y no perder nunca de vista la visi¨®n que nos dej¨® la Declaraci¨®n de Eleanor Roosevelt.

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Notas

1?Eleanor Roosevelt a Joseph Lash, 13 de febrero de 1946, documentos de Joseph P. Lash, Biblioteca de Franklin D. Roosevelt.

2?Eleanor Roosevelt: ¡°The Great Question¡± [¡°La gran pregunta¡±], observaciones formuladas en la sede de las Naciones Unidas, Nueva York, 27 de marzo de 1958.

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La Cr¨®nica?ONU??no?constituye un registro oficial. Tiene el privilegio de acoger a los altos funcionarios de las Naciones Unidas, as¨ª como a distinguidos colaboradores de fuera del sistema de las Naciones Unidas cuyas opiniones no son necesariamente las de las Naciones Unidas. Del mismo modo, las fronteras y los nombres que se muestran y las designaciones utilizadas en los mapas o en los art¨ªculos no implican necesariamente un apoyo o una aceptaci¨®n por parte de las Naciones Unidas.?