1 septiembre 2007

En su libro Breve historia del racismo, en el que ofrece un an¨¢lisis particularmente l¨²cido del tema, el historiador George M. Fredrickson de la Universidad de Stanford menciona la paradoja de que la condici¨®n necesaria para el surgimiento del racismo fuera, precisamente, el concepto de la igualdad de todos los humanos. En las sociedades basadas en la presunci¨®n de desigualdad se genera una estructura jer¨¢rquica aceptada-- que ni siquiera los miembros relegados a los niveles inferiores ponen en entredicho --y, por lo tanto, no se plantea la necesidad de justificar la posici¨®n de los subordinados en funci¨®n de alguna caracter¨ªstica espec¨ªfica que los haga menos meritorios que el resto.

Sin embargo, a medida que las sociedades van asumiendo un mayor compromiso con los principios de la libertad y la igualdad-- como consecuencia de la difusi¨®n, especialmente en el mundo occidental, de ideas anta?o revolucionarias sobre la igualdad de derechos para todos --suele atribuirse a los grupos a los que sistem¨¢ticamente se les niegan sus derechos lo que Fredickson describe como "alguna deficiencia extraordinaria que hace que no sean totalmente humanos". Es decir, el racismo surgi¨® como resultado de la contradicci¨®n entre los principios igualitarios y el trato excluyente de determinados grupos ¨¦tnicos: el rechazo de las sociedades con estructuras jer¨¢rquicas org¨¢nicas trajo consigo la necesidad impl¨ªcita de justificar el sometimiento de ciertos grupos a condiciones de servidumbre, de separaci¨®n forzada del resto de la sociedad o de marginaci¨®n en guetos. A partir de finales del siglo XVIII, a medida que el racionalismo ilustrado empez¨® a sustituir a la fe y la superstici¨®n como fuente de autoridad, los dict¨¢menes de la ciencia se convirtieron en el m¨¦todo preferido para reconciliar las diferencias entre los principios y la pr¨¢ctica. Inevitablemente, en las sociedades en las que ha habido una discriminaci¨®n sistem¨¢tica de determinados grupos raciales se ha tratado de justificar esa pol¨ªtica con argumentos cient¨ªficos.

En t¨¦rminos generales, se han propuesto tres explicaciones cient¨ªficas diferentes en defensa de la discriminaci¨®n racial, todas ellas avaladas por una larga tradici¨®n. Un enfoque ha sido alegar que existen peligros biol¨®gicos en la mezcla de razas. Precisamente, sobre la base de ese principio, en los Estados Unidos de Am¨¦rica y en Sud¨¢frica se aplicaron durante muchos a?os leyes que prohib¨ªan los matrimonios mixtos. Las primeras pruebas que presuntamente corroboraban esa conclusi¨®n se presentaron a mediados del siglo XIX y estaban basadas principalmente en las opiniones de algunos m¨¦dicos, quienes sosten¨ªan que, debido a la mezcla de sangre, los "mulatos" eran mucho m¨¢s propensos a padecer enfermedades que sus progenitores y por tanto ten¨ªan una esperanza de vida excepcionalmente corta. Adem¨¢s, seg¨²n algunos de los antrop¨®logos m¨¢s conocidos de la ¨¦poca, cuando las personas de raza mixta se casaban entre s¨ª, su fecundidad iba disminuyendo progresivamente y con el tiempo llegaban a ser completamente est¨¦riles.

A principios del siglo XX, poco despu¨¦s de que la comunidad cient¨ªfica descubriera el trabajo de Gregor Mendel, que inspir¨® el nacimiento de una nueva y apasionante rama de la biolog¨ªa, algunos genetistas advirtieron del peligro de que el matrimonio entre razas "muy diferentes" produjera, lo que denominaron "desarmon¨ªas" gen¨¦ticas. Charles Benedict Davenport, un conocido investigador de la ¨¦poca, se?al¨®, por ejemplo, que si un miembro de un grupo racial de estatura elevada, como era el caso de los escoceses, se emparejaba con un miembro de un grupo racial de estatura baja, como era el caso de los italianos meridionales, sus descendientes pod¨ªan heredar, por un lado, los genes que determinaban el desarrollo de ¨®rganos internos de gran tama?o y, por otro, los genes que determinaban una estatura baja, por lo que sus ¨®rganos resultar¨ªan demasiado grandes para el tama?o de su cuerpo. Obviamente, esas afirmaciones no se sostuvieron por mucho tiempo, pero pronto fueron reemplazadas por otras m¨¢s dif¨ªciles de refutar, como la hip¨®tesis defendida por algunos expertos en ciencias sociales de que los ni?os de raza mixta eran inferiores a sus progenitores desde el punto de vista moral e intelectual.

Aunque la creencia en esos desequilibrios gen¨¦ticos lleg¨® a estar bastante generalizada en el seno de la comunidad cient¨ªfica y se utiliz¨® espec¨ªficamente para justificar diversas pol¨ªticas raciales opresoras, en la actualidad esa teor¨ªa goza de mucha menos credibilidad. No obstante, pese a que no se ha encontrado prueba alguna de que las relaciones interraciales provoquen ning¨²n tipo de desequilibrio, las prevenciones contra ciertos tipos de conflictos gen¨¦ticos no han desaparecido por completo. Hace s¨®lo unos a?os, Glayde Whitney, un destacado genetista y ex Presidente de la Asociaci¨®n de Gen¨¦tica del Comportamiento, afirm¨® que el matrimonio entre miembros de razas "muy diferentes" pod¨ªa producir una mezcla gen¨¦tica nociva en sus descendientes y puso como ejemplo de ello la amplia gama de problemas de salud que aquejaban a los afroamericanos y la elevada tasa de mortalidad infantil en ese grupo, que se deb¨ªan, en su opini¨®n, a las "incompatibilidades de hibridaci¨®n" ocasionadas por genes blancos que hab¨ªan pasado desapercibidos debido a la aplicaci¨®n de la norma de "una gota de sangre", seg¨²n la cual se defin¨ªa a todas las personas "h¨ªbridas" como personas de raza negra. No es de sorprender, por tanto, que fuese invitado habitualmente por grupos neonazis para dar conferencias y que, en un discurso que pronunci¨® en un congreso de partidarios de la negaci¨®n del holocausto, llegara a acusar a los jud¨ªos de conspirar para debilitar a los blancos convenci¨¦ndolos para que reconocieran la igualdad de derechos pol¨ªticos a los negros.

Otro tipo de justificaci¨®n cient¨ªfica de la discriminaci¨®n racial ha sido alegar que los prejuicios son un fen¨®meno natural y esencial del proceso evolutivo y que son necesarios para la eficacia de ese proceso al asegurar la integridad del patrimonio gen¨¦tico. Seg¨²n esa teor¨ªa, los efectos selectivos de la evoluci¨®n no se perciben en los individuos sino en los grupos y, por lo tanto, para que haya progreso evolutivo es necesario que las razas se mantengan separadas unas de otras y relativamente homog¨¦neas. Un antrop¨®logo defensor de esa teor¨ªa asegura que "la desconfianza y el rechazo" de los miembros de otras razas es una tendencia natural de la personalidad humana y uno de los pilares b¨¢sicos de la civilizaci¨®n.

Por ¨²ltimo, la manera m¨¢s com¨²n de valerse de la ciencia para apoyar la discriminaci¨®n racial ha sido la publicaci¨®n de declaraciones en las que se afirma que, por sistema, determinados grupos est¨¢n menos dotados que otros de ciertas caracter¨ªsticas cognitivas o del comportamiento importante . Eso no significa que no haya diferencias entre los distintos grupos en relaci¨®n con esas caracter¨ªsticas, sino que las conclusiones al respecto no son claras y que, en cualquier caso, no son pertinentes para las cuestiones de la igualdad en los planos social y pol¨ªtico. Sin embargo, la utilizaci¨®n de ese tipo de justificaciones con fines opresivos tambi¨¦n tiene una larga tradici¨®n. En el primer cuarto del siglo XX, los resultados de los primeros test de inteligencia suscitaron una gran inquietud, ya que presuntamente indicaban que las personas del sur y el este de Europa no s¨®lo eran intelectualmente inferiores a las del norte de Europa, sino que estaban incapacitadas para el autogobierno. Seg¨²n algunos de los cient¨ªficos m¨¢s importantes de esa ¨¦poca, los n¨®rdicos, que se caracterizaban por tener m¨¢s iniciativa y seguridad en s¨ª mismos, adem¨¢s de una mayor inteligencia, estaban destinados por su naturaleza gen¨¦tica a gobernar a otras razas. En los ¨²ltimos cincuenta a?os, la controversia sobre las caracter¨ªsticas intelectuales y morales se ha centrado principalmente en las diferencias entre las personas de raza negra y las de otras razas, que a menudo se utilizaron como argumento para defender el gobierno de la minor¨ªa blanca en Sud¨¢frica y la segregaci¨®n legal en los Estados Unidos.

En la actualidad, el investigador m¨¢s conocido que sigue defendiendo la importancia de las diferencias raciales es el psic¨®logo canadiense J. Philippe Rushton, autor del libro Raza, evoluci¨®n y comportamiento: an¨¢lisis desde una perspectiva del ciclo vital, cuya versi¨®n abreviada ha sido objeto de una distribuci¨®n masiva no solicitada entre decenas de miles de expertos en ciencias sociales, en un burdo intento de influir sobre la opini¨®n de los cient¨ªficos y del p¨²blico en general. En el pr¨®logo de la edici¨®n abreviada en r¨²stica, Rushton se compromete a explicar las causas de las diferencias raciales en cuanto a los ¨ªndices de delincuencia, la capacidad para el aprendizaje y la prevalencia del VIH/SIDA. En el texto en s¨ª, el autor afirma que el comportamiento de las personas de raza negra, ya sea en ?frica o en la di¨¢spora, es producto de lo que denomina una "ley fundamental de la evoluci¨®n", seg¨²n la cual la estrategia reproductiva est¨¢ vinculada al desarrollo intelectual, de modo que cuanto m¨¢s avanzado es ¨¦ste, menor es el n¨²mero de hijos y mayor la inversi¨®n de tiempo y esfuerzo que se dedica al cuidado de cada uno de ellos. Por esa raz¨®n, las personas de raza negra, comparadas con las de raza blanca o asi¨¢tica, tienden a ser m¨¢s activas y agresivas sexualmente y, al mismo tiempo, menos inteligentes y menos capaces de ejercer el autocontrol, de realizar una organizaci¨®n social compleja y de mantener la estabilidad familiar. Al igual que Glayde Whitney, Rushton ha sido tambi¨¦n ponente favorito en congresos de organizaciones pol¨ªticas dedicadas a promover el reconocimiento oficial de la superioridad de la raza blanca en la legislaci¨®n.

Despu¨¦s de la segunda guerra mundial, la Organizaci¨®n de las Naciones Unidas para la Educaci¨®n, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) organiz¨® dos conferencias en las que participaron cient¨ªficos de renombre internacional y en las que se publicaron sendas declaraciones sobre la raza. Pese a que hubo algunas peque?as discrepancias entre ellos en cuanto a la posible existencia de diferencias innatas, ambos grupos coincidieron en que la igualdad de derechos de todos los miembros de la sociedad era un principio ¨¦tico independiente de cualquier conclusi¨®n cient¨ªfica sobre caracter¨ªsticas raciales. Esa es la postura que debe seguir inspirando nuestro pensamiento sobre los conceptos de raza y ciencia. Aunque las corrientes de pensamiento que se examinan en este art¨ªculo no gozan de gran apoyo entre los cient¨ªficos en la actualidad, la cuesti¨®n de si son apropiadas para el estudio cient¨ªfico no viene al caso. Ese tipo de afirmaciones, ya sean falsas o v¨¢lidas desde el punto de vista cient¨ªfico, no son en absoluto pertinentes para el reconocimiento de los derechos consagrados en la Declaraci¨®n Universal de los Derechos Humanos.

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