Al comienzo, la epidemia del SIDA atac車 como un ladr車n en la noche, de manera s迆bita, aterradora y letal. Primeramente ocurrieron algunos casos de rara malignidad como el sarcoma de Kaposi, apareci車 la neumon赤a por Pneumocystis carinii, y por 迆ltimo surgi車 una pl谷tora de infecciones oportunistas incluidas la candidiasis sist谷mica, la meningitis criptococ車sica y la infecci車n por Mycobacterium avium intracelular, todas ellas dolencias de car芍cter raro asociadas a este nuevo espectro misterioso, desconocido y an車nimo.
Los m谷dicos especialistas en enfermedades infecciosas hab赤an venido pronosticando que la humanidad vencer赤a por completo a todas las enfermedades de este g谷nero y que al final del siglo XX las antiguas plagas habr赤an sido eliminadas. A solo una generaci車n del descubrimiento de la penicilina por Alexander Fleming, la comunidad cient赤fica logr車 crear antibi車ticos y medicamentos antivirales para tratar la mayor parte de los agentes infecciosos conocidos en el mundo. Entonces, inesperadamente, surge en ?frica una nueva enfermedad infecciosa hasta entonces desconocida y mortal. La sociedad acababa de experimentar y vencer la enfermedad del legionario y el s赤ndrome del choque t車xico, y la mayor赤a de nosotros consideramos que la identificaci車n y la eliminaci車n de este nuevo flagelo ser赤an r芍pidas y concluyentes. Nadie previ車 que 30 a?os m芍s tarde a迆n estar赤amos luchando contra uno de los agentes infecciosos m芍s letales que haya conocido la humanidad.
Como ocurre con toda epidemia, esta transit車 por las cuatro etapas fundamentales de respuesta de la sociedad:
En primer lugar, como siempre, hubo negaci車n. Algunos pa赤ses, como Sud芍frica, negaron incluso que existiera el SIDA. En la mayor parte de los pa赤ses, entre ellos la Arabia Saudita y el Jap車n, pensaron que era algo que suced赤a a otros y no les ocurrir赤a a ellos. Pero, desde luego, al igual que todas las epidemias, tambi谷n les ocurri車 a ellos.
Seguidamente vino la atribuci車n de la culpa: los culpables de la enfermedad eran los hombres gay; la culpable era la promiscuidad; era un castigo de Dios por incurrir en conducta inmoral. Algunas personas creyeron que nunca les ocurrir赤a a ellos porque no ten赤an a "esa clase de personas" en su c赤rculo social. Para su sorpresa, s赤 ten赤an a esa clase de personas alrededor y s赤 les ocurri車 a ellos.
A toda nueva epidemia sigue una legislaci車n inapropiada. Por ser uno de los pa赤ses que sufri車 los primeros y m芍s fuertes impactos de la epidemia, los Estados Unidos promulgaron leyes por las que se prohibi車 la entrada al pa赤s de toda persona seropositiva, un caso cl芍sico de cierre del corral despu谷s que ha escapado el caballo. El Senador de los Estados Unidos Jesse Helms propugn車 una ley que prohib赤a que cient赤ficos estadounidenses pagados por el Gobierno de los Estados Unidos asistieran a reuniones dedicadas a comprender y tratar la enfermedad.
Y por 迆ltimo, como ocurre con todas las epidemias, la sociedad perdi車 la fe en sus instituciones. De s迆bito el pueblo estadounidense descubri車 que la Administraci車n de Alimentos y Medicamentos no estaba cumpliendo su cometido de llevar medicamentos capaces de salvar la vida a quienes ten赤an una necesidad cr赤tica de ellos.
Instituciones creadas para enfrentar precisamente este tipo de cat芍strofe se vieron obstaculizadas por la burocracia, la ignorancia y el temor. Se supon赤a que los centros de control y prevenci車n de enfermedades identificaran toda nueva enfermedad y tomaran medidas inmediatas para impedir la propagaci車n de un nuevo riesgo para la sociedad. Esos esfuerzos se vieron totalmente paralizados por el Gobierno de Reagan, que trat車 esta enfermedad como un problema penal y no m谷dico. Se supon赤a que los Institutos Nacionales de Salud destinaran fondos a la b迆squeda de nuevos tratamientos para las enfermedades emergentes: fue preciso que investigaciones del congreso propugnaran esa idea durante a?os para recordarles su mandato. Los bancos de sangre de los Estados Unidos dispon赤an de m谷dicos a los que se contrataba en gran n迆mero para proteger las existencias de plasma de la naci車n. En cambio, esos m谷dicos de los bancos de sangre cerraron filas y durante cuatro a?os se negaron a que "esa clase de personas" visitara los bancos siquiera para donar sangre. En consecuencia, 28.000 estadounidenses fueron infectados por el VIH mediante transfusiones, y un n迆mero incalculable de hemof赤licos extranjeros murieron a causa de la exportaci車n de hemoderivados estadounidenses.
Despu谷s de transcurridos 30 a?os tenemos tratamientos para el VIH, pero todav赤a hay en los Estados Unidos 56.000 nuevas infecciones por a?o. Los programas de educaci車n y prevenci車n no han experimentado cambio alguno desde principios del decenio de 1980, y son deplorablemente inadecuados. El Congreso de los Estados Unidos ha prometido reducir la financiaci車n incluso de los escasos programas de educaci車n existentes. El hecho de que cada a?o el 27% de las nuevas infecciones por el VIH ocurran en mujeres presagia una epidemia heterosexual que reci谷n comienza.
Para detener la epidemia del SIDA en los Estados Unidos es necesario que reconozcamos que toda la sociedad est芍 en riesgo y tomemos las medidas apropiadas para detener la propagaci車n de esta enfermedad letal. Todo el que entra en contacto con el sistema de atenci車n de la salud deber赤a ser examinado para detectar la posible presencia del VIH y otras enfermedades de transmisi車n sexual que pueden ser fatales. Cuando el examen arroje que una persona es seropositiva, se le debe educar y se le deben ofrecer los medicamentos necesarios para preservar la vida, lo que desde el punto de vista de la sociedad tiene el beneficio adicional de reducir la transmisi車n de la enfermedad y, en 迆ltima instancia, eliminar las infecciones del medio social. Por 迆ltimo, las autoridades de salud p迆blica deber赤an hacer el seguimiento de aquellas personas que se conoce que son seropositivas y no toman medicamentos antirretrovirales, a fin de educarlas y persuadirlas de la necesidad de protegerse y proteger sus contactos 赤ntimos.
?Existe alguna lecci車n en esta s車rdida historia? S赤. La lecci車n es que el activismo social y pol赤tico de las personas que ven la amenaza claramente es esencial para movilizar a los gobiernos locales y regionales hacia una respuesta. Los gobiernos son necesarios, en realidad son indispensables, y sin embargo siempre est芍n frenados por la tradici車n. Adolecen del criterio de que la forma en que siempre hemos hecho las cosas es la forma en que siempre las debemos hacer en el futuro. La historia nos ha ense?ado una y otra vez que este enfoque nos ha de llevar al desastre, y que solo cambiar芍 si personas de pensamiento claro y progresista se ponen de pie y hablan. ?Cu芍ntos hombres murieron en la primera guerra mundial porque los generales se negaban a reconocer que la guerra hab赤a cambiado? ?Cu芍ntos civiles han muerto en el Iraq y el Afganist芍n porque los militares no reconocieron que los bombardeos en gran escala sobre una regi車n y los asesinatos de mujeres y ni?os no sirven para ganar una guerra de guerrillas? ?Por qu谷 murieron personas a causa de sangre contaminada con el VIH? Porque los bancos de sangre estaban seguros de que sus procedimientos estaban a prueba de errores y eran inmutables. Nunca ganaremos la guerra contra el VIH/SIDA empleando los mismos instrumentos gastados que nos hicieron fracasar en el pasado. Debemos erguirnos, hablar y exigir la acci車n compasiva del Gobierno.
?
La Cr車nica?ONU??no?constituye un registro oficial. Tiene el privilegio de acoger a los altos funcionarios de las Naciones Unidas, as赤 como a distinguidos colaboradores de fuera del sistema de las Naciones Unidas cuyas opiniones no son necesariamente las de las Naciones Unidas. Del mismo modo, las fronteras y los nombres que se muestran y las designaciones utilizadas en los mapas o en los art赤culos no implican necesariamente un apoyo o una aceptaci車n por parte de las Naciones Unidas.?