30 diciembre 2016

En este siglo, la mayor parte de la poblaci¨®n mundial vivir¨¢ en centros urbanos. Por ese motivo, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Vivienda y el Desarrollo Urbano Sostenible (H¨¢bitat III), que se celebrar¨¢ en Quito (Ecuador) del 17 al 20 de octubre de 2016, tiene la misi¨®n de aprobar la Nueva Agenda Urbana, un documento final orientado a la acci¨®n en el que se establecer¨¢n normas mundiales de progreso en materia de desarrollo urbano sostenible. La Agenda nos permitir¨¢ replantearnos c¨®mo construimos y vivimos en las ciudades, y c¨®mo gestionamos estas, al aumentar la cooperaci¨®n entre las partes interesadas, los actores pertinentes de todos los niveles de gobierno y el sector privado.

En una visita reciente a Myanmar, nos reunimos con miembros de una caja de ahorro integrada por mujeres del municipio de Htantabin. Esas mujeres, que est¨¢n entre los ocupantes ilegales m¨¢s pobres de Rang¨²n, sufrieron a?os de desarraigo y empobrecimiento a causa de los desalojos y se enfrentaron a todo tipo de problemas socioecon¨®micos hasta que lograron comprar entre todas un peque?o terreno no registrado, establecer en ¨¦l una comunidad de 70 parcelas y construir sencillas casas de bamb¨² y madera por solo 991 d¨®lares por familia. El dinero provino de un pr¨¦stamo comunitario del fondo de desarrollo de su ciudad. Una vez asegurada la propiedad de la tierra y la vivienda, y establecida una comunidad unida, las mujeres pudieron conseguir empleos mejores fuera de la comunidad. Sus ingresos aumentaron y pudieron obtener cr¨¦ditos para ampliar sus peque?os negocios. Pronto crearon un fondo de asistencia y sus hijos pudieron ir a la escuela. Su salud y su estatus en el barrio mejoraron, y sus relaciones con las autoridades locales se normalizaron. Cuando el registro de sus viviendas fue oficial, pudieron dormir tranquilas. Se podr¨ªa decir que por fin hab¨ªan empezado a vivir. Este proceso de desarrollo de sus viviendas hab¨ªa transformado sus vidas, al ayudarlas a salir de la miseria, la pobreza y el aislamiento.

La hermosa ciudad de Rang¨²n est¨¢ a punto de vivir una profunda transformaci¨®n, propiciada por las libertades democr¨¢ticas que est¨¢n surgiendo en Myanmar y el creciente entusiasmo con que se afronta el futuro en el pa¨ªs. Las oportunidades econ¨®micas que se derivan de esa apertura pol¨ªtica est¨¢n convirtiendo Rang¨²n en un nexo entre la econom¨ªa del pa¨ªs y los mercados mundiales, al igual que est¨¢ ocurriendo en otras grandes ciudades de Asia. Las zonas industriales se han multiplicado r¨¢pidamente en torno a la ciudad, pero son miles los trabajadores de las f¨¢bricas que no reciben apoyo social ni tienen acceso a planes de vivienda asequible, en tanto su vida y su bienestar no son tenidos en cuenta para el desarrollo de la ciudad. Como resultado de ello, y pese al optimismo del momento, abundan los ocupantes ilegales de viviendas o de cuartos alquilados que viven en la miseria y el aislamiento. Sin duda la mayor¨ªa han pasado muchas veces por un desalojo. Recientemente, el Ministro Principal de la regi¨®n de Rang¨²n anunci¨® el desalojo de 450.000 personas que viv¨ªan en asentamientos ilegales, sin ofrecerles alternativas de vivienda. Durante decenios hemos visto en ciudades de toda Asia ese mismo escenario asim¨¦trico que centra el desarrollo en la inversi¨®n, la infraestructura y el crecimiento econ¨®mico, pero de alguna manera deja de lado los aspectos social y humano del desarrollo.

Imag¨ªnense, sin embargo, un escenario diferente, en el que ese peque?o proyecto de vivienda comunitaria del municipio de Htantabin no fuera una excepci¨®n, sino un modelo que pudiera reproducirse por toda la ciudad. El desarrollo econ¨®mico ofrecer¨ªa oportunidades para que incluso los ocupantes ilegales m¨¢s pobres participaran activamente y con confianza tanto en el desarrollo de la vivienda en su propia comunidad como en el progreso socioecon¨®mico de la ciudad. Rang¨²n y otras ciudades de todo el mundo podr¨ªan as¨ª convertirse en lugares de oportunidades y desarrollo com¨²n, en las que todos pudieran vivir decentemente, con creatividad, igualdad y dignidad. Los residentes podr¨ªan participar activamente como ciudadanos en el desarrollo de la ciudad y compartir las responsabilidades civiles. ?No ser¨ªa este un proceso din¨¢mico y variado?

Es alentador observar que la agenda mundial para el desarrollo de H¨¢bitat III se centre decididamente en las ciudades. Esto es l¨®gico, especialmente en Asia, donde imperan los sistemas de gobierno nacionales altamente centralizados y burocr¨¢ticos atrapados en viejas jerarqu¨ªas y sobrecargados de normas y reglamentos. Esas estructuras nacionales no responden a la verdadera din¨¢mica de cambio de los pa¨ªses, y los problemas se acumulan. Aunque no sirve de mucho buscar innovaci¨®n en el plano nacional, en las ciudades, donde ahora vivimos casi todos, las posibilidades de cambio son mayores.

Esto no quiere decir que las ciudades sean perfectas; tambi¨¦n pueden ser bastante centralizadas y burocr¨¢ticas. En casi todas las ciudades asi¨¢ticas, los contratistas, las familias poderosas y los grupos de inter¨¦s especial, que han hecho toda una ciencia de la compra y la conservaci¨®n del poder, principalmente para sus propios fines, se han apropiado de los actuales sistemas pol¨ªticos y electorales de corte occidental. Las pol¨ªticas y los proyectos que surgen de esos sistemas pol¨ªticos enriquecen a unos pocos y abruman con problemas de diversa ¨ªndole y con estancamiento econ¨®mico a muchas ciudades. La importancia que se concede en todo el mundo al crecimiento econ¨®mico agrava la situaci¨®n, porque anima a las ciudades a competir por las inversiones y abrirse a las fuerzas del mercado. Se nos dice que la inversi¨®n desde arriba crea oportunidades que se filtran hacia abajo y generan prosperidad y espacio democr¨¢tico para todos. Sin embargo, cuando esa inversi¨®n llega, conduce a un proceso de desarrollo disgregador m¨¢s que inclusivo, en el que unos pocos ganan, muchos pierden y se filtra muy poca prosperidad a los estratos inferiores. Este ¨¦nfasis en el desarrollo econ¨®mico de libre mercado ha aumentado el aburguesamiento, impulsado los desalojos, comercializado m¨¢s aspectos de nuestras vidas, distanciado a las personas y aumentado la desigualdad de nuestras ciudades.

A pesar de estos problemas, las ciudades siguen siendo nuestra mejor esperanza, porque en las comunidades urbanas los gobernantes est¨¢n m¨¢s cerca de los gobernados. Algunas ciudades han creado sistemas que son m¨¢s sensibles a los cambios reales sobre el terreno. Es importante reconocer, no obstante, que esos cambios son demasiado grandes y ocurren con demasiada rapidez para que se pueda planificar o gobernar sin ayuda. Tenemos que reformular con m¨¢s imaginaci¨®n los sistemas con los que gestionamos el cambio, para que esos sistemas sean m¨¢s equilibrados, inclusivos, integrados y receptivos. Los sistemas convencionales de gobernanza ¡°vertical¡± de las ciudades precisan un cambio dr¨¢stico; deben ser m¨¢s ¡°horizontales¡±, de manera que puedan ser gestionados conjuntamente por las personas y las comunidades.

Si queremos que las ciudades sean el objeto de la nueva agenda mundial para el desarrollo, entonces las personas tienen que ser el sujeto. Hay que ver a los ciudadanos como participantes capaces e interesados en el desarrollo de su ciudad. Para que un proceso de desarrollo urbano sea sostenible, sus habitantes deben ser algo m¨¢s que meros receptores pasivos, votantes o n¨²meros en un estudio. Han de desempe?ar un papel activo como participantes e impulsores de la gesti¨®n de la ciudad que aporten no solo sus ideas, aptitudes y fuerza econ¨®mica, sino la riqueza de su historia, cultura, sistemas sociales e interrelaciones.

Una manera de promover un sistema de desarrollo urbano m¨¢s realista y participativo es crear nuevas plataformas o consejos alternativos que re¨²nan a las principales partes interesadas y a las comunidades para debatir y planificar a nivel municipal. Esas plataformas dar¨ªan pie a que los representantes de los distintos grupos de la poblaci¨®n, sectores e instituciones participaran en diversos aspectos del desarrollo de su ciudad y pusieran sobre la mesa una gama m¨¢s amplia de cuestiones. En lugar de dejarlo todo en manos de unos cuantos funcionarios salidos de las urnas, estos representantes de diferentes sectores podr¨ªan interactuar, examinar aspectos del desarrollo urbano y negociar acuerdos sobre la manera de proceder. Ese sencillo enfoque podr¨ªa ampliar la participaci¨®n de las personas y los grupos en la gesti¨®n de las ciudades y generar nuevas posibilidades, ideas y colaboraciones. Tambi¨¦n podr¨ªa ayudar a dinamizar el proceso y hacerlo m¨¢s representativo.

Una de las herramientas m¨¢s poderosas para crear estructuras urbanas m¨¢s equilibradas y participativas es el desarrollo de la vivienda. La vivienda define a las comunidades y es la base de nuestras ciudades. Es una cuesti¨®n que ata?e a todo el mundo y repercute en todos los elementos b¨¢sicos del desarrollo urbano, incluidos la tierra, la infraestructura, la normativa, la financiaci¨®n, la participaci¨®n y la gobernanza. La vivienda satisface las necesidades b¨¢sicas de refugio, seguridad e interacci¨®n social; sobre todo en el caso de los pobres. En los asentamientos informales, la interdependencia es fundamental para que los pobres satisfagan de manera colectiva sus necesidades individuales. Cuando debatimos sobre el desarrollo de la vivienda, nos referimos a un proceso en el que las personas asimilan su situaci¨®n a la del grupo. Luego planifican y construyen estructuras en las que conviven, y deciden sobre la forma f¨ªsica y social que adoptar¨¢ esa convivencia. Este tipo de proceso va mucho m¨¢s all¨¢ de las meras estructuras f¨ªsicas: crea nuevas comunidades en las que las personas conviven, se prestan apoyo y cuidan unas de otras. Con ello, sienta las bases de una estructura social urbana m¨¢s centrada en las personas. El desarrollo de la vivienda es una actividad importante para construir este tipo de sistema de convivencia que empieza por la base y est¨¢ dirigido por los residentes.

Anteriormente, la convivencia pod¨ªa organizarse en torno a grupos religiosos o ¨¦tnicos, clanes o gremios. En Asia hay todo un legado de estructuras comunitarias que a¨²n perduran. Ese sentimiento de comunidad se aprecia particularmente en los asentamientos de bajos ingresos. A veces, esas comunidades se organizan en torno a un templo o una mezquita, un mercado o una f¨¢brica, o un accidente geogr¨¢fico, como una colina o un r¨ªo. Deber¨ªamos centrarnos, en la medida de lo posible, en la manera de dar apoyo y fortalecer las estructuras comunitarias existentes. Sin embargo, como la sociedad moderna puede adoptar nuevas formas, tambi¨¦n es importante que nos planteemos con mente abierta qu¨¦ nuevos sistemas de convivencia se pueden implantar. La vivienda es uno de los medios m¨¢s potentes para crear y dar vida a esas nuevas formas de comunidad. Puede contribuir a que el desarrollo de las grandes ciudades vuelva a manos de la poblaci¨®n y a que los residentes convivan en comunidades saludables, seguras y solidarias.

Hay que llevar el desarrollo de la vivienda a toda la ciudad. Es urgente hacer de la modernizaci¨®n comunitaria y el desarrollo de la vivienda los elementos centrales y proactivos de la agenda para el desarrollo urbano. Debemos hacerlo de modo que alcancen a toda la ciudad si queremos impulsar la transformaci¨®n de los sistemas pol¨ªtico y estructural, que suelen permitir que la pobreza, los barrios marginales, los desalojos y la exclusi¨®n social se extiendan en las ciudades. Unos pocos proyectos piloto en comunidades individuales o unas cuantas intervenciones sectoriales no bastan para producir un cambio estructural a gran escala. El proceso de cambio estructural deber¨ªa partir de una perspectiva que abarcara toda la ciudad, de la reuni¨®n de informaci¨®n sobre las estructuras de la ciudad y de la creaci¨®n de una red comunitaria. El proceso deber¨ªa apoyar la formaci¨®n de un movimiento popular din¨¢mico basado en la fuerza del n¨²mero, respaldado por los fondos y ahorros de toda la ciudad para dotar de capacidad financiera a la comunidad y por los v¨ªnculos con otros recursos financieros. Habr¨ªa que propiciar las asociaciones para unir a los interesados clave en la creaci¨®n de una visi¨®n com¨²n de la situaci¨®n de la ciudad en su conjunto y en la formulaci¨®n de una orientaci¨®n com¨²n respecto del desarrollo. La escala municipal es apropiada para generar un impulso de cambio, ajustar las relaciones entre los residentes y otros interesados y forjar alianzas.

Es vital que la comunidad mundial adopte un enfoque m¨¢s ambicioso. Nuestro experimento con la Coalici¨®n Asi¨¢tica para el Derecho a la Vivienda, que puso en marcha la modernizaci¨®n urbana de 215 ciudades asi¨¢ticas con un respaldo financiero inicial de solo entre 40.000 y 65.000 d¨®lares por ciudad, ha demostrado que se pueden resolver los problemas de vivienda de los pobres a escala de toda una ciudad. El cambio no requiere necesariamente ingentes fondos, pero s¨ª que se adopte el enfoque adecuado, que tenga por objeto aprovechar la energ¨ªa de los habitantes para, en colaboraci¨®n con otros asociados para el desarrollo, promover el cambio en sus respectivas ciudades.

La financiaci¨®n es fundamental. Es indispensable contar con un sistema de financiaci¨®n flexible. Lamentablemente, el sistema actual es r¨ªgido, est¨¢ orientado de arriba abajo y se basa en el mercado del lucro, as¨ª que no sirve a los intereses de los pobres. Solo si se redise?a el sistema financiero a nivel nacional y municipal para que sea m¨¢s flexible, de modo que distintos grupos de personas puedan llevar a la pr¨¢ctica sus iniciativas sociales, se podr¨¢n adoptar medidas nuevas e innovadoras. Si la financiaci¨®n se dise?a con objetivos sociales en mente, puede proporcionar a los habitantes y las autoridades de la ciudad la libertad y el poder necesarios para elaborar soluciones urbanas m¨¢s creativas a escala de toda la ciudad.

Este nuevo proceso de desarrollo urbano participativo puede hacerse de manera gradual y abierta. Sin embargo, sin una reforma estructural, todos los elevados objetivos de desarrollo y las metas de sostenibilidad del mundo carecer¨¢n de sentido y nada cambiar¨¢. Es fundamental que la comunidad mundial haga suya esta visi¨®n de la necesidad de cambio en las ciudades y preste todo su apoyo a la b¨²squeda de nuevas ideas y enfoques.

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