11 julio 2011

Recuerdo muy bien que en noviembre de 2008, el ex Presidente Olusegun Obasanjo de Nigeria, que buscaba medios para mitigar una crisis catastr¨®fica en la regi¨®n oriental de la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, fue objeto de fuertes cr¨ªticas porque lo oyeron llamar al general congole?o rebelde Laurent Nkunda "mi hermano". Nkunda estaba acusado por el Gobierno de la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo de cr¨ªmenes de guerra y se encontraba bajo investigaci¨®n por la Corte Penal Internacional de La Haya. A la saz¨®n, yo dirig¨ªa el Equipo de los Grandes Lagos en el Departamento de Operaciones de Mantenimiento de la Paz en Nueva York. Dada mi responsabilidad de supervisar las operaciones de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz en la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo (MONUC) y en Burundi (BINUB), Nkunda ocupaba gran parte de mis pensamientos.

Unos meses atr¨¢s, a finales de agosto de 2008, violentos enfrentamientos entre los soldados de Nkunda, rebeldes miembros del Congreso Nacional para la Defensa del Pueblo (CNDP), y el ej¨¦rcito nacional, las Fuerzas Armadas de la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo (FARDC), hab¨ªan puesto fin a una cesaci¨®n del fuego que se manten¨ªa en vigor desde el 23 de enero de 2008, fecha en que se firm¨® un acuerdo de paz entre el Gobierno de la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, el movimiento de Nkunda y grupos armados de las provincias de Kivu del Norte y Kivu del Sur. La reanudaci¨®n de las hostilidades dio p¨¢bulo a un resentimiento que por mucho tiempo se hab¨ªa mantenido latente en la regi¨®n, debido a que Nkunda declar¨® que sus fuerzas estaban protegiendo a la minor¨ªa tutsi que viv¨ªa en los Kivus de las Fuerzas Democr¨¢ticas de Liberaci¨®n de Rwanda, o FDLR, el movimiento rebelde formado a partir de la milicia hutu Interhamwe que huy¨® a la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo en 1994, despu¨¦s de organizar en Rwanda el genocidio en que murieron aproximadamente 800.000 personas, la mayor¨ªa de ellas tutsis.

Pese a lo dicho por Nkunda sobre su intenci¨®n de proteger, sus soldados del CNDP arrasaron el territorio y se apoderaron de grandes extensiones de suelo f¨¦rtil y rico en minerales. Las unidades de las FARDC (que en s¨ª era una mezcla de soldados entrenados y elementos indisciplinados de antiguos grupos rebeldes que hab¨ªan firmado varios acuerdos) no resistieron el embate de un CNDP m¨¢s fuerte y mejor organizado. Al cabo de dos meses, los combates hab¨ªan hecho estragos en las vidas de cientos de miles de civiles del territorio Rutshuru, en Kivu del Norte. Todas las partes cometieron violaciones de mujeres, y las fuerzas de Nkunda tomaron la delantera en la matanza de civiles, dejando a su paso poblaciones aterrorizadas.

El 29 de octubre Nkunda hab¨ªa declarado una cesaci¨®n del fuego unilateral, pero a causa de la fragilidad de la situaci¨®n y del hecho de que la MONUC estaba deplorablemente sobrecargada, para entonces ya todo estaba planteado y en examen, desde una solicitud del Secretario General Ban Ki-Moon al Consejo de Seguridad de que autorizase 3.000 soldados y polic¨ªas adicionales para que ayudaran a impedir los combates, hasta una solicitud a la Uni¨®n Europea de que desplegara una fuerza militar provisional en Kivu del Norte y el despacho de un Enviado Especial a la regi¨®n para que negociara un acuerdo de paz sostenible y de largo plazo. Muchos tem¨ªan que se produjera una intensificaci¨®n del conflicto que tambi¨¦n involucrara a otros actores de la regi¨®n.

Cuando el CNDP amenaz¨® con tomar Goma, la capital provincial de Kivu del Norte, se hizo m¨¢s urgente la necesidad de hallar un negociador de alto nivel que pudiera mantener a raya a Nkunda. Era esencial identificar a alguien que gozara del respeto de las autoridades de la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo y de los gobiernos regionales, y a quien Nkunda no pudiera faltar al respeto f¨¢cilmente. Fue este el escenario en que hizo su entrada el Presidente Obasanjo, despu¨¦s de que el Secretario General lo nombrara su Enviado Especial para la regi¨®n de los Grandes Lagos. El Presidente Obasanjo viaj¨® a la regi¨®n, estableci¨® contacto con varios presidentes y trat¨® de que se comprometieran a prestar ayuda para calmar las crecientes tensiones. Sin embargo, lo que le gan¨® cr¨ªticas fue su encuentro con el propio Nkunda. Las im¨¢genes del Presidente Obasanjo y Nkunda abrazados, bailando y tomados de la mano durante un paseo, con todo el aspecto de amigos que hac¨ªa tiempo no se ve¨ªan, no fueron del agrado de muchos congole?os, algunos de los cuales dirigieron al Secretario General una comunicaci¨®n firmada en la que ped¨ªan la sustituci¨®n de Obasanjo. Para muchos congole?os, lo que la comunidad internacional deb¨ªa hacer desde el punto de vista ¨¦tico era marginar a Nkunda en lugar de acercarse a ¨¦l. La imagen en la que se le ve¨ªa al Presidente Obasanjo "pasando revista" a las tropas del CNDP ech¨® m¨¢s sal en la herida. Sus cr¨ªticos consideraron que ese honor se reservaba para ej¨¦rcitos y no para lo que a su juicio era una milicia asesina, y otorgaba a Nkunda un tipo de legitimidad que no merec¨ªa.

La estrategia de Obasanjo parec¨ªa ser aproximarse a Nkunda en t¨¦rminos que este encontrara cordiales. As¨ª pues, asumi¨® el papel de sensato "hermano mayor", por as¨ª decirlo, poseedor de s¨®lidas credenciales: Obasanjo hab¨ªa empezado a ganar experiencia en la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo en octubre de 1960, cuando fue desplegado siendo un joven soldado de la primera misi¨®n de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz en ese pa¨ªs. Hab¨ªa sido promovido hasta llegar al grado de General en el pa¨ªs m¨¢s populoso de ?frica; hab¨ªa sido Jefe de Estado dos veces; y era un veterano en el juego de la pol¨ªtica, la guerra y la diplomacia.

A la saz¨®n, m¨¢s de 250.000 personas estaban desplazadas a causa de los enfrentamientos en Kivu del Norte, y el n¨²mero de civiles muertos era elevado. Obasanjo pod¨ªa referirse a estas cuestiones y criticar en¨¦rgicamente a Nkunda por haber creado un desastre humanitario, e insistir a la vez en las condiciones sustantivas que deb¨ªan servir de base para llegar a un acuerdo, desde, entre otras cosas, el mantenimiento de la cesaci¨®n del fuego, la b¨²squeda de una paz amplia en la regi¨®n y el enfrentamiento de las causas fundamentales del conflicto, hasta la garant¨ªa de acceso para la ayuda humanitaria. Sin embargo, al trabar conversaci¨®n tambi¨¦n con Nkunda como un soldado con otro, pareci¨® motivar a este a que cooperara apelando a su "orgullo profesional", record¨¢ndole su papel como General y sus obligaciones como "l¨ªder" congole?o. En ¨²ltima instancia, las negociaciones del Presidente Obasanjo ayudaron a lograr la apertura de los corredores humanitarios para llegar a las personas vulnerables, una mejora de las relaciones regionales, un di¨¢logo entre el CNDP y el Gobierno de la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo y, por ¨²ltimo, un proceso de integraci¨®n del CNDP en las FARDC, que cabe reconocer que no estuvo exento de graves dificultades. Pero Obasanjo comprendi¨® que no eran las apariencias lo que importaba, sino el fondo de la cuesti¨®n. El precio que debi¨® pagar parec¨ªa peque?o si el objetivo que persegu¨ªa era lograr la paz. "Mantener la cesaci¨®n del fuego es lo mismo que bailar un tango", brome¨® Obasanjo. "Nadie baila el tango solo."

El tango de la negociaci¨®n con los rebeldes es una danza complicada y en¨¦rgica, pero delicada, en la que particip¨¦ m¨¢s de una vez en la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo durante los ¨²ltimos d¨ªas de un per¨ªodo sangriento denominado con frecuencia la guerra mundial africana, en la que ocho naciones combatieron en el territorio de ese pa¨ªs. Fui a la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo en 2002 y encontr¨¦ un pa¨ªs totalmente balcanizado, con un Gobierno en Kinshasa que controlaba el occidente del pa¨ªs, diversos grupos rebeldes que reclamaban como propios algunos territorios del este, y con cerca de la mitad del pa¨ªs bajo el control de un grupo rebelde, denominado Coalici¨®n Congole?a para la Democracia - Goma (RCD-G). Segu¨ªan estallando fieros combates en Kivu del Norte, Kivu del Sur e Ituri, que ocasionaron la muerte o heridas a miles de civiles y m¨¢s de 2,7 millones de desplazados, n¨²mero este que aumentar¨ªa ininterrumpidamente hasta superar los 3,4 millones. Salvo los funcionarios internacionales de las Naciones Unidas, nadie pod¨ªa viajar de la parte oriental a la occidental de la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo sin cumplir intrincados tr¨¢mites y sin despertar serias sospechas. Por entonces la MONUC era una operaci¨®n mucho m¨¢s peque?a que contaba con aproximadamente 4.300 soldados, observadores militares y polic¨ªas. Fui contratada por el entonces Representante Especial del Secretario General, Sr. Namanga Ngongi, para que dirigiera una Secci¨®n de Asuntos Humanitarios de la Misi¨®n que tropezaba con dificultades.

El mandato de la MONUC inclu¨ªa, entre otras cosas, facilitar la prestaci¨®n de la asistencia humanitaria que juzgara posible dentro de su capacidad. Pens¨¦ que la Secci¨®n de Asuntos Humanitarios deb¨ªa interpretar el verbo "facilitar" en un sentido m¨¢s amplio que antes, de modo que incluyera la protecci¨®n de los civiles, lo que a mi juicio era esencial para el ¨¦xito de la Misi¨®n. Esto comprend¨ªa tres elementos:

a) Atender las necesidades b¨¢sicas de las personas vulnerables apoyando de manera m¨¢s concreta la labor de los agentes de la ayuda humanitaria y ampliando sus capacidades para llegar a las poblaciones destinatarias;

b) Garantizar la seguridad de los civiles frente a la violencia mediante la reuni¨®n de informaci¨®n ¨²til en tiempo real y preparaci¨®n para actuar en consecuencia;

c) Negociar cada vez que fuera necesario para cumplir los dos objetivos anteriores.

La resistencia y los temores iniciales por la posibilidad de que los oficiales de ayuda humanitaria de la MONUC terminaran duplicando la labor de otros agentes de esa ayuda desaparecieron r¨¢pidamente cuando se puso de manifiesto que las necesidades sobre el terreno eran tan extremas, y las capacidades de aquel vasto pa¨ªs tan limitadas en comparaci¨®n con las necesidades, que solo elevando al m¨¢ximo todos los recursos, incluidos los de la MONUC, pod¨ªamos tener la esperanza de enfrentar los problemas con m¨¢s eficacia. Propuse que prest¨¢ramos m¨¢s apoyo log¨ªstico a las organizaciones no gubernamentales locales e internacionales y a los organismos de las Naciones Unidas, incluido el transporte de personas y bienes, porque: 1) ese apoyo ten¨ªa una importancia cr¨ªtica en una Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo balcanizada que era escenario de una de las peores crisis humanitarias del mundo, y donde, parad¨®jicamente, estaban disminuyendo los recursos para la acci¨®n humanitaria; y 2) la MONUC ten¨ªa capacidad para prestar, a un costo limitado o nulo, una asistencia capaz de cambiar las vidas de las personas, lo que a su vez estirar¨ªa los recursos de nuestros asociados y les permitir¨ªa realizar m¨¢s actividades operacionales en ayuda de las poblaciones afligidas.

Sin embargo, yo ten¨ªa tambi¨¦n la visi¨®n de una Secci¨®n de Asuntos Humanitarios transformada que fuera m¨¢s all¨¢ del apoyo log¨ªstico. Una Secci¨®n dotada de algunas capacidades operacionales b¨¢sicas que pudiera reaccionar con rapidez en situaciones de emergencia a?adir¨ªa valor al entorno humanitario. Si bien con anterioridad la Secci¨®n se hab¨ªa enorgullecido de sus actividades de supervisi¨®n y presentaci¨®n de informes, lo que yo propon¨ªa era algo diferente: utilizar proyectos de efecto r¨¢pido para fines humanitarios, establecer redes de comunicaci¨®n y seguridad con asociados de organizaciones no gubernamentales y de las Naciones Unidas, negociar acceso para la asistencia humanitaria, influir sobre nuestros colegas militares para que protegieran las misiones de evaluaci¨®n conjuntas y los convoyes de ayuda humanitaria cuando se les solicitara, y mejorar la coordinaci¨®n y el intercambio de informaci¨®n general entre el sector civil y el sector militar. Tambi¨¦n exhortamos a los militares a intervenir en un n¨²mero cada vez mayor de situaciones, y con m¨¢s rapidez cuando las vidas de civiles se encontraran en riesgo, as¨ª como a esforzarse por apoyar f¨ªsicamente a nuestros asociados de las Naciones Unidas y las organizaciones no gubernamentales cuando se encontraran en peligro, dedic¨¢ndose b¨¢sicamente a preservar vidas. Aunque el ¨¦xito no siempre estuvo asegurado, la reacci¨®n que recibimos de algunos de los m¨¢s severos cr¨ªticos de la MONUC, en particular de organizaciones no gubernamentales locales y de la sociedad civil congole?as, fue en general positiva. Tuvimos suerte porque cont¨¢bamos con un Representante Especial del Secretario General y un Representante Especial Adjunto del Secretario General que fueron cabales defensores de la misi¨®n humanitaria y comprend¨ªan la importancia de contribuir a mejorar las condiciones en que actuaba el personal de ayuda humanitaria y, por consiguiente, las condiciones de vida de aquellos a quienes serv¨ªan.

Ese era el contexto en diciembre de 2002, cuando el Representante Especial del Secretario General Ngongi, presidi¨® una misi¨®n a Bunia, la capital de Ituri en la parte nororiental de la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, integrada por el Director para el pa¨ªs del Programa Mundial de Alimentos (PMA), el Jefe de la Oficina de Coordinaci¨®n de Asuntos Humanitarios (OCAH) en la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, la Comisi¨®n Europea y una servidora. ?bamos all¨ª a negociar varias cosas: el caudillo Thomas Lubanga (que actualmente est¨¢ en La Haya, en espera de que se le celebre juicio tras haber sido acusado por la Corte Penal Internacional), se negaba a permitir que el PMA -- el mayor y tal vez el m¨¢s crucial de los actores presentes en la escena -- llevara al pa¨ªs alimentos para m¨¢s de 500.000 desplazados, a menos que utilizara una compa?¨ªa de transporte vinculada con Lubanga y su grupo ¨¦tnico hema. El estancamiento dio por resultado que el movimiento rebelde de Lubanga, la Uni¨®n de Patriotas Congole?os (UPC), embargara todos los vuelos que llegaban a Bunia con asistencia humanitaria. Hab¨ªa algunos lugares a los que esta asistencia no llegaba hac¨ªa m¨¢s de tres meses. Adem¨¢s, el sumamente din¨¢mico representante de la OCAH en Bunia hab¨ªa sido declarado persona non grata y expulsado de esa ciudad despu¨¦s de haber tratado de negociar la puesta en libertad de un m¨¦dico belga de la organizaci¨®n no gubernamental Medair. La UPC hab¨ªa acusado falsamente a Medair de tratar de envenenar a la poblaci¨®n, y ech¨® a rodar el incendiario rumor de que los desinfectantes vencidos que Medair ten¨ªa en sus existencias eran en realidad medicamentos vencidos. Lubanga estaba tratando tambi¨¦n de obligar a Medair y a otras organizaciones no gubernamentales a prestar servicios m¨¦dicos y de otro tipo exclusivamente a las poblaciones de la etnia hema, desafiando as¨ª todos los principios de neutralidad e imparcialidad en el suministro de bienes y servicios humanitarios. El personal de ayuda humanitaria se sent¨ªa muy vulnerable y no sin raz¨®n, dado que recib¨ªan amenazas constantes y 18 meses atr¨¢s seis trabajadores del Comit¨¦ Internacional de la Cruz Roja (CICR) hab¨ªan sido asesinados en un poblado de las afueras de Bunia.

Despu¨¦s que el Representante Especial del Secretario General hubo hablado, cada uno de mis colegas expuso a Lubanga sus razones acerca de las cuestiones que hab¨ªamos ido a examinar. Lubanga, acompa?ado por su Jefe de Estado Mayor Militar Bosco Ntaganda y otras personas, nos escuch¨® aunque en ocasiones se mostraba beligerante y despectivo, dispuesto evidentemente a demostrar a sus hombres que era ¨¦l quien mandaba. En mi condici¨®n de Jefa de las cuestiones de ayuda humanitaria nombrada por el Representante Especial del Secretario General, cada vez que yo lo acompa?aba o acompa?aba a su Adjunto en una misi¨®n como aquella, a veces hablaba al final, despu¨¦s de haber o¨ªdo las respuestas de un l¨ªder rebelde a lo que le hab¨ªamos planteado. Aquel d¨ªa no fue diferente. Expliqu¨¦ a Lubanga que yo tambi¨¦n proven¨ªa de un pa¨ªs asolado por la guerra, Liberia, y hab¨ªa presenciado las p¨¦rdidas de vidas que ocasionaba la guerra, y mencion¨¦ las muertes de muchos de mis propios familiares. Le dije que tal parec¨ªa que Bunia e Ituri se encontraban tan lejos que nadie se daba cuenta de lo que all¨ª ocurr¨ªa. Pero eso no era cierto, los ojos del mundo estaban fijos en ¨¦l y las personas, al conocer lo que estaba ocurriendo, se sent¨ªan conmocionadas. Le dije que el mundo sab¨ªa que ¨¦l estaba al mando, y observaba atentamente para ver lo que suceder¨ªa en los pr¨®ximos d¨ªas. Le pregunt¨¦ a Lubanga qu¨¦ deseaba ser cuando era ni?o, y me dijo que deseaba ser sacerdote. Observ¨¦ que la historia recordar¨ªa lo sucedido en Bunia, lo que ¨¦l hizo, y que alg¨²n d¨ªa, mucho despu¨¦s de que hubiera dejado de existir, la gente hablar¨ªa de ¨¦l. Le pregunt¨¦ c¨®mo deseaba que recordaran a este hombre que hab¨ªa so?ado con ser sacerdote. Si deseaba ser considerado un verdadero l¨ªder, afirm¨¦, ten¨ªa que comportarse como un l¨ªder. Repet¨ª las razones sustantivas por las que nosotros, como grupo, est¨¢bamos all¨ª, y le record¨¦ sus obligaciones como ser humano y como l¨ªder congole?o. De manera sorprendente, el tono y la actitud de Lubanga para con el grupo cambiaron. Al t¨¦rmino del encuentro dio seguridades al Representante Especial del Secretario General y al equipo negociador de que se permitir¨ªa que las organizaciones no gubernamentales y los asociados de las Naciones Unidas realizaran su labor en condiciones de seguridad en el territorio controlado por la UPC.

Lubanga termin¨® por cumplir solo una parte de sus promesas y solo por un tiempo, pero mi colega y antiguo Jefe de la OCAH en la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, y tambi¨¦n un brillante negociador, observ¨® m¨¢s de una vez que lo que dije a Lubanga cambi¨® el tenor de las conversaciones y el ambiente que reinaba en la habitaci¨®n, y cre¨® una apertura donde antes no se ve¨ªa ninguna. Si bien no recuerdo haber llamado a Lubanga "mi hermano", es muy posible que lo haya hecho, tal como lo he hecho despu¨¦s con muchos otros l¨ªderes rebeldes, incluido Adolphe Onusumba, el poderoso l¨ªder de la CCD-Goma, cuando le ped¨ªa, y consegu¨ª que aceptara, autorizar acceso para la ayuda humanitaria y poner en libertad a algunos ni?os soldados. Con el Coronel Jules Mutebusi, otro exsoldado convertido en rebelde y estrecho aliado de Laurent Nkunda, sostuvimos una caldeada discusi¨®n por tel¨¦fono en el curso de su ataque de junio de 2004 contra la ciudad de Bukavu, en el este de la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, en la que ¨¦l insisti¨® en que era un soldado profesional que proteg¨ªa a su pueblo amenazado, y Alpha Sow, la Jefa de la Oficina de la MONUC en Bukavu, y yo, insistimos en que era un rebelde indisciplinado que hab¨ªa puesto a su pueblo en peligro al remover tensiones ¨¦tnicas hondamente arraigadas. Durante aquellos d¨ªas fuimos de casa en casa y de un hospital a otro llev¨¢ndonos principalmente a las mujeres y los ni?os que pod¨ªan ser vulnerables al ataque. Nunca olvidar¨¦ el rostro desfigurado por el odio de una mujer que, cuando sac¨¢bamos a una ni?a de 11 a?os gravemente herida para llevarla a un hospital m¨¢s seguro situado en otro lugar, nos grit¨®, "Es mejor que se la lleven, porque si se queda aqu¨ª una noche m¨¢s morir¨¢ como la perra que es". Considero a Mutebusi culpable de haber exacerbado aquellos odios y avivado las llamas que estaban consumiendo a Bukavu y muy pronto se propagar¨ªan a otros lugares del pa¨ªs.

Algunas de las negociaciones no fueron con l¨ªderes rebeldes, sino con otras personalidades establecidas. Recuerdo que el Obispo de Butembo, temeroso de que la ciudad fuera atacada, hab¨ªa comenzado a hacer declaraciones incendiarias en su iglesia y por radio acerca del personal de la MONUC, que dieron por resultado varios ataques contra el personal de nuestra Misi¨®n, incluidos lanzamientos de piedras contra nuestros veh¨ªculos por parte de la poblaci¨®n. Mi jefa, la Representante Especial Adjunta del Secretario General Lena Sundh, se?al¨® claramente al Obispo que sus declaraciones pon¨ªan en riesgo a nuestro personal y socavaban toda nuestra labor. Le asegur¨® que la MONUC no se limitar¨ªa a observar pasivamente la ca¨ªda de Butembo. Le record¨¦ que ¨¦l hab¨ªa sido uno de los principales proponentes que exhortaron a que se desplegara personal de la MONUC en Butembo, y que su solicitud hab¨ªa sido atendida y ahora la Misi¨®n se encontraba all¨ª. Se?al¨¦ a los polic¨ªas y colegas civiles de Bangladesh y los Estados Unidos que se encontraban en el local y pregunt¨¦ al Obispo si estaba dispuesto a permitir que aquellas personas fueran lastimadas o incluso asesinadas a causa de sus incitaciones a la violencia. Le record¨¦ que la MONUC no era una simple organizaci¨®n sin rostro, sino que estaba integrada por muchos hombres y mujeres comprometidos que hab¨ªan dejado atr¨¢s sus vidas y sus familias, muy lejos de la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, y viajado hasta all¨ª para apoyar al pueblo congole?o. La MONUC contaba tambi¨¦n con muchos congole?os en su personal. Le record¨¦ los objetivos que persegu¨ªa la Misi¨®n en el pa¨ªs, y le ped¨ª que conciliara sus palabras con sus h¨¢bitos y con lo que estos representaban. El Obispo reconoci¨® que sus palabras hab¨ªan sido inapropiadas, y poco despu¨¦s de nuestra visita emiti¨® otros mensajes que inmediatamente calmaron la ira de la poblaci¨®n y permitieron que los miembros de nuestro personal volvieran a trabajar sin temor a ser agredidos. La presencia de la Sra. Sundh en la zona tambi¨¦n redujo las tensiones y el ataque previsto contra Butembo nunca se materializ¨®.

En el curso de las negociaciones, ya est¨¦n dirigidas a conseguir acceso o a lograr la paz, generalmente hay momentos en los que todo cambia y se pasa de un panorama sombr¨ªo y totalmente cerrado a otro en el que resulta posible avanzar. El Presidente Obasanjo, en sus intercambios con Nkunda, comprendi¨® que al romper el hielo y crear empat¨ªa pod¨ªa cambiar el rumbo de las negociaciones, fueran o no con un caudillo. En la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo me percat¨¦ de que lo que desea todo rebelde es que alguien piense bien de ¨¦l y comprenda sus aspiraciones, por erradas o demenciales que puedan ser. A menudo era posible hacer avances, aunque fuera por un per¨ªodo limitado, cuando se lograba llegar al lado humano de un caudillo, por sombr¨ªo que fuera el lugar en que radicaba ese lado humano. Todo caudillo quiere que la historia lo juzgue con benevolencia. Convendr¨ªa que los negociadores tuvieran en cuenta este factor y otras contradicciones y v¨ªas poco convencionales en sus negociaciones, porque con frecuencia la habilidad de un negociador para apelar al lado humano de un rebelde determinar¨¢ el ¨¦xito o el fracaso.

Hablando de m¨¦todos poco convencionales, tal vez uno de los momentos m¨¢s catalizadores y de mayor ¨¦xito que hayan ocurrido recientemente en torno a negociaciones de paz sea el que tuvo lugar en julio de 2003, cuando un grupo de abnegadas mujeres de mi pa¨ªs, Liberia, hondamente frustradas por la devastadora guerra civil que ten¨ªa lugar en el pa¨ªs, acudieron a presenciar las conversaciones de paz que se celebrar¨ªan en Ghana entre dos grupos rebeldes y el Gobierno del caudillo Charles Taylor. Cuando las mujeres se enteraron de que las partes pensaban abandonar el hotel donde se celebraban las conversaciones sin haber llegado a un acuerdo, escenificaron una protesta sentadas en el piso y con los brazos entrelazados, de modo que pr¨¢cticamente formaron una barricada a la entrada del hotel. Cuando se llam¨® a los agentes de seguridad para que las retiraran de all¨ª, se negaron a irse y amenazaron con desnudarse y permanecer as¨ª hasta que se llegara a un acuerdo. El ex Jefe de Estado de Nigeria, que hab¨ªa actuado como moderador de las conversaciones de paz, reaccion¨® en¨¦rgicamente cuando uno de los rebeldes amenaz¨® con golpear a las mujeres por obstruirle la salida, y le dijo: "Vuelve a entrar ah¨ª y si¨¦ntate. Si fueras un hombre de verdad no estar¨ªas matando a tu pueblo". Se lleg¨® a un acuerdo con relativa rapidez, y tres semanas m¨¢s tarde se firm¨® finalmente un acuerdo de paz. Este resultado se atribuye en gran medida a aquellas mujeres y a su actuaci¨®n valiente y poco convencional. No contentas con quedarse all¨ª, despu¨¦s de la firma del acuerdo del paz, estas mismas inspiradas mujeres movilizaron a sus hermanas en Liberia para que votaran, y contribuyeron a sellar la victoria de la primera Presidenta africana, Ellen Johnson Sirleaf, en noviembre de 2005, un acontecimiento que permiti¨® abrigar esperanzas a las mujeres de los pa¨ªses que salen de conflictos.

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