Ya se sabe p¨²blicamente: nos estamos quedando sin dinero para sufragar las necesidades humanitarias del mundo. Por suerte, es una realidad que tenemos a la vista y no es posible obviarla. Esto ¨²ltimo debemos agradecerlo al Secretario General de las Naciones Unidas Ban Ki-moon, puesto que por decisi¨®n suya se cre¨® el Panel de Alto Nivel sobre Financiaci¨®n Humanitaria, encargado de hallar soluciones para el problema de la financiaci¨®n de esas actividades.

?Qu¨¦ descubri¨® nuestro grupo de nueve miembros? En primer lugar, probablemente esa realidad nunca fue desconocida. Durante decenios, la financiaci¨®n de la acci¨®n humanitaria ha sido vacilante y ha estado sujeta a los caprichos de la moda pol¨ªtica, el ¨¢nimo p¨²blico y un sinn¨²mero de factores que no deber¨ªan tener cabida alguna a la hora de determinar el destino de los 125 millones de ni?os, mujeres y hombres que dependen hoy de la buena voluntad para poder presenciar otro amanecer. Durante demasiado tiempo nos hemos negado a reconocer esta situaci¨®n.

Por espacio de muchos meses conversamos con cientos de personas que trabajan en lo que algunos llaman el sistema humanitario global y otros la industria de la ayuda; no hay consenso sobre c¨®mo definir este complejo sistema de ayuda. Ese di¨¢logo sac¨® a relucir principalmente frustraci¨®n con el statu quo y la urgencia de concebir un modelo de financiaci¨®n sostenible.

Uno de los primeros problemas con que tropezamos fue la imposibilidad de establecer, con un m¨ªnimo de certeza siquiera, la verdadera magnitud del d¨¦ficit de la financiaci¨®n, lo cual result¨® sorprendente para un panel que incluye a economistas y financieros. Percibimos entre los donantes la profunda sospecha de que durante a?os las organizaciones humanitarias han venido inflando las cifras para compensar los d¨¦ficit de fondos. En efecto, las organizaciones preve¨ªan que sus pedidos de determinada cantidad de dinero ser¨ªan insuficientes. Por ejemplo, a un llamamiento para conseguir 100 millones de d¨®lares usualmente se responder¨ªa con 60 millones de d¨®lares. En todos los lugares y en todo momento, cuando trat¨¢bamos de encontrar cifras confiables que reflejaran el alcance completo de la cadena de financiaci¨®n, desde los donantes hasta las personas que necesitaban el conjunto b¨¢sico de supervivencia consistente en alimento, agua y albergue, tropez¨¢bamos con falta de transparencia en la informaci¨®n.

Por tanto, definimos el d¨¦ficit por nuestra cuenta, utilizando la norma global aceptada de 1,25 d¨®lar diario por persona como nivel m¨ªnimo de supervivencia. Obtuvimos como resultado un d¨¦ficit de 15.000 millones de d¨®lares entre el actual nivel de necesidades estimado y la cuant¨ªa de los recursos financieros disponibles por a?o. Seg¨²n la perspectiva desde la que se considere, esta suma puede ser enorme o min¨²scula, o puede quedar entre los dos extremos. El mundo invierte alrededor de 25.000 millones de d¨®lares por a?o en asistencia humanitaria, suma que equivale a 12 veces m¨¢s que hace 15 a?os.

A escala global nunca hemos sido m¨¢s generosos dado que las recaudaciones superan el r¨¦cord a?o tras a?o. Sin embargo, tr¨¢gicamente, vivimos momentos en que nuestra generosidad es m¨¢s insuficiente que nunca para enfrentar el reto. Para situar el d¨¦ficit de 15.000 millones de d¨®lares en perspectiva, recordemos que el mundo produce 78 billones de d¨®lares por concepto de producto interno bruto combinado. Colectivamente, gastamos en goma de mascar tanto como en ayuda humanitaria. En 2014, los gastos militares mundiales ascendieron a 1,7 billones de d¨®lares.

Tomamos como punto de partida la realidad sencilla e irrefutable de que, en nuestro mundo rico en recursos, nadie deber¨ªa tener que morir o vivir de manera indigna por falta de una financiaci¨®n humanitaria adecuada. Sobre esa base, desglosamos el problema en tres esferas: 1) reducir las necesidades en primer lugar; 2) hallar nuevas corrientes de financiaci¨®n confiables, de largo plazo y previsibles; y 3) velar por que la utilizaci¨®n de cada d¨®lar recaudado surtiera el mayor efecto posible.

Reconocimos que la mejor manera de hacer frente a las crecientes necesidades humanitarias consiste en enfrentar sus causas originales. Es evidente que ello requiere una firme determinaci¨®n al m¨¢s alto nivel de direcci¨®n pol¨ªtica mundial a fin de prevenir y resolver los conflictos e invertir m¨¢s en la reducci¨®n del riesgo de desastres. Esto ¨²ltimo se relaciona especialmente con las comunidades y los pa¨ªses m¨¢s vulnerables. Puesto que el desarrollo es el medio ¨®ptimo para la creaci¨®n de resiliencia, concluimos que los escasos recursos mundiales de asistencia oficial para el desarrollo deber¨ªan utilizarse all¨ª donde resultan m¨¢s importantes, a saber, en situaciones de fragilidad.

Ahora bien, adem¨¢s de centrar la atenci¨®n en el empleo de la asistencia oficial para el desarrollo en pa¨ªses fr¨¢giles y en los que experimentan conmoci¨®n debido a conflictos cercanos o a desastres naturales, es preciso comprometerse firmemente con una inversi¨®n sistem¨¢tica en la creaci¨®n de resiliencia. Esto incluye dedicar fondos a la consolidaci¨®n de la paz y la soluci¨®n de conflictos a nivel internacional. Por esta raz¨®n, respaldamos la recomendaci¨®n del Grupo Consultivo de Expertos sobre el Examen de la Estructura para la Consolidaci¨®n de la Paz, establecido por el Secretario General, de destinar al Fondo para la Consolidaci¨®n de la Paz el 1% de los presupuestos asignados para las operaciones de paz con cargo a las cuotas de los Estados Miembros de las Naciones Unidas.

El Panel reflexion¨® sobre la posibilidad de hacer que, por primera vez, la financiaci¨®n de la ayuda humanitaria fuera sufragada con recursos b¨¢sicos del fondo com¨²n al que se destinan las cuotas prorrateadas de los Estados Miembros. Si bien coincidimos en que la medida era conveniente, dese¨¢bamos seguir concentrados en soluciones que tuvieran posibilidades reales de ¨¦xito. Lamentablemente, es obvio que se necesitar¨¢n a?os, incluso decenios, para que se apruebe una propuesta de esa ¨ªndole.

Para regresar a soluciones pr¨¢cticas y aplicables, propusimos que los pa¨ªses en riesgo de sufrir desastres naturales tuvieran fondos de reserva para emergencias, as¨ª como rubros del presupuesto para actividades de reducci¨®n del riesgo de desastre destinados a sufragar tales actividades y a recibir financiaci¨®n cuando se produjera un desastre. Los pa¨ªses que acogen refugiados deber¨ªan integrar el desplazamiento en sus planes de desarrollo y obtener un apoyo internacional previsible y adecuado. Tambi¨¦n deber¨ªa realizarse un ajuste en cuanto al seguimiento de las personas necesitadas, y no de los pa¨ªses, y reclasificar los criterios de admisi¨®n en la Asociaci¨®n Internacional de Fomento con miras a facilitar el acceso de los pa¨ªses de medianos ingresos a sus subsidios y pr¨¦stamos de bajo inter¨¦s.

Pedimos que se ponga fin al enfoque de corto plazo en la recaudaci¨®n anual ¡ªy retrospectiva¡ª, salvando la brecha existente entre la labor humanitaria y la de desarrollo mediante programas basados en el an¨¢lisis conjunto. Hace demasiado tiempo que los sectores humanitario y de desarrollo vienen demostrando, en el mejor de los casos, cierta indiferencia mutua. Es hora de superar esa situaci¨®n. Ello permitir¨¢ que las poblaciones vulnerables sean autosuficientes al recibir ayuda de las organizaciones humanitarias, con mayor capacidad para funcionar en entornos inestables, y de las organizaciones de desarrollo, dotadas de horizontes de financiaci¨®n a m¨¢s largo plazo y de m¨¢s capacidad para apoyar econ¨®micamente actividades viables.

La financiaci¨®n insuficiente de la ayuda humanitaria significa no solo m¨¢s sufrimiento sino tambi¨¦n m¨¢s inestabilidad global. Ayudar a las personas que corren peligro es moralmente correcto, pero tambi¨¦n redunda en inter¨¦s de quienes apoyan la ayuda. En virtud de la actual inestabilidad en gran escala, que puede cruzar las fronteras como lo demuestra v¨ªvidamente la crisis de los refugiados en Europa, la ayuda humanitaria constituye un bien p¨²blico global que requiere un modelo apropiado de recaudaci¨®n de fondos. En un mundo interconectado, necesitamos una financiaci¨®n de solidaridad capaz de cruzar las fronteras.

Se observa una dependencia excesiva de un grupo peque?o de donantes de asistencia oficial para el desarrollo. Esos donantes siguen siendo muy importantes y se les anima a que hagan m¨¢s, pero nos sentimos alentados por los nuevos donantes que parten de la premisa de que a mayor riqueza corresponde m¨¢s responsabilidad. Los Estados a los que se otorga el debido cr¨¦dito y reconocimiento por sus contribuciones a la ayuda humanitaria responder¨¢n con generosidad. Es necesario reflejar mejor la cuant¨ªa completa de las contribuciones de todos los Estados a la acci¨®n humanitaria.

M¨¢s all¨¢ de los gobiernos, la comunidad internacional debe aprovechar el potencial de las empresas para transmitir sus aptitudes y capacidades fundamentales. Aunque el empresariado es todav¨ªa un factor modesto en las actividades humanitarias, posee creatividad y capacidad en la escala necesaria para proporcionar soluciones nuevas en materia de gesti¨®n de riesgo, apoyo de la prestaci¨®n de ayuda, creaci¨®n de empleos y modernizaci¨®n de la transparencia y la rendici¨®n de cuentas. La participaci¨®n del personal en la acci¨®n humanitaria es tambi¨¦n un factor de motivaci¨®n, y se hace necesario alentar a las empresas a participar aportando sus aptitudes y capacidades pertinentes, desde las pol¨ªticas de seguro y de dinero electr¨®nico hasta la log¨ªstica y las comunicaciones, para la prestaci¨®n de una asistencia dirigida a salvar vidas.

Creemos que ha llegado el momento de realizar inversiones innovadoras en una acci¨®n humanitaria que d¨¦ lugar a mejoras sociales de largo plazo. Dado que la gran mayor¨ªa de las poblaciones afectadas por conflictos viven en pa¨ªses musulmanes, consideramos que el papel de la financiaci¨®n social isl¨¢mica tiene especial importancia. Los bonos de impacto social (sukuk en ¨¢rabe) y la imposici¨®n de micrograv¨¢menes a empresas con un gran volumen de transacciones encierran un gran potencial. Est¨¢ en marcha un examen para determinar de qu¨¦ manera instrumentos de financiaci¨®n social isl¨¢micos como los bonos sukuk podr¨ªan encauzarse de manera eficaz y eficiente para atender las necesidades humanitarias. Ciertamente existen posibilidades para que la financiaci¨®n social isl¨¢mica aporte soluciones.

Como se mencion¨® al comienzo del presente art¨ªculo, en el curso de nuestra labor observamos y aprobamos el criterio ampliamente compartido de que se necesita un cambio sist¨¦mico en la prestaci¨®n de ayuda humanitaria para recaudar nuevos fondos y utilizarlos con m¨¢s eficacia. El aumento de la eficacia crear¨¢ un c¨ªrculo virtuoso al atraer m¨¢s financiaci¨®n. Por consiguiente, hemos hecho un llamado a los donantes y a las organizaciones de ejecuci¨®n a convenir un ¡°Gran Pacto¡±. Se han iniciado los trabajos y esperamos que la presentaci¨®n de esta iniciativa tenga lugar en el marco de la primera Cumbre Humanitaria Mundial, que se celebrar¨¢ en Estambul en mayo de 2016.

?Qu¨¦ se lograr¨ªa en virtud del Gran Pacto? Los donantes no se limitar¨ªan a dar m¨¢s, sino que lo har¨ªan mejor al mostrar m¨¢s flexibilidad, y las organizaciones de ayuda responder¨ªan con m¨¢s transparencia y mayor conciencia de los costos. Los elementos de un Gran Pacto incluyen una mayor prestaci¨®n de asistencia a base de efectivo, cuando proceda, y el reconocimiento de las ventajas comparativas de las organizaciones de ejecuci¨®n locales, nacionales e internacionales en lo que respecta a la prestaci¨®n de servicios.

Deseamos que los donantes se comprometan a incrementar la financiaci¨®n multianual y reducir la asignaci¨®n a fines concretos, puesto que una financiaci¨®n flexible es el elemento vital de las operaciones humanitarias. Los donantes deber¨ªan simplificar y armonizar sus requisitos de presentaci¨®n de informes, lo que dar¨ªa a los trabajadores encargados de la ayuda m¨¢s tiempo para sus actividades de salvamento de vidas. Tambi¨¦n existe la necesidad crucial de que las organizaciones de ejecuci¨®n muestren mayor transparencia, de manera que todos puedan ¡°seguir la pista al dinero¡± desde que sale de manos de los donantes hasta que llega a las personas necesitadas. Una plataforma global para proporcionar datos abiertos y transparentes ayudar¨ªa a reducir los costos de transacci¨®n y aumentar la eficacia.

Al comprometerse con la realizaci¨®n de evaluaciones conjuntas de las necesidades, como las realizadas en el norte de Siria y a ra¨ªz del terremoto de 2015 en Nepal, las organizaciones humanitarias aumentar¨ªan la confianza de los donantes. Tenemos a nuestro alcance una genuina transparencia gracias a la tecnolog¨ªa digital, y ello deber¨ªa ampliarse para incluir a las comunidades que reciben ayuda. Las organizaciones humanitarias pueden aprender y mejorar su actuaci¨®n escuchando a aquellos a quienes prestan servicios.

En el curso de nuestra investigaci¨®n presenciamos demasiadas evidencias de pugnas internas, que dan lugar a p¨¦rdidas de energ¨ªa y recursos debido a m¨²ltiples ineficacias y a competitividad. Para avanzar hacia un modelo de eficiencia basada en la colaboraci¨®n, necesitamos que los donantes gubernamentales y las organizaciones de ayuda acepten este Gran Pacto. Al hacerlo, demostrar¨¢n a las claras su compromiso com¨²n con el bien de todos.

El logro de los cambios necesarios para poner t¨¦rmino a la presente situaci¨®n depende de la voluntad de muchos para llevar adelante esos cambios. El Secretario General nos ha hecho el honor de permitirnos servir en calidad de Panel, y mantenemos el compromiso de ofrecer nuestra ayuda para que estas propuestas se hagan realidad.