En la primera meta del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 16, que forma parte de la Agenda 2030, se hace un llamamiento a una reducci車n significativa de ※... todas las formas de violencia y las correspondientes tasas de mortalidad en todo el mundo§. Sin embargo, la ※guerra contra la guerra§, por tomar prestado un t谷rmino acu?ado por Joshua Goldstein, no marcha bien. Tras decenios de avances en la reducci車n de la carga mundial de conflictos violentos, los 迆ltimos cuatro a?os se viene observando un aumento planetario del conflicto armado, la violencia contra civiles y otras formas de violencia, todo ello acompa?ado de una crisis sin precedentes en los desplazamientos mundiales y un apreciable deterioro del bienestar humano en las zonas afectadas por conflictos. Ante ello, la comunidad internacional debe encontrar la energ赤a, las estrategias, la voluntad y los recursos necesarios para reducir la violencia en todas sus formas previniendo los conflictos, protegiendo a las poblaciones vulnerables y reconstruyendo Estados y sociedades tras el paso de la violencia. Al incorporar en los ODS la reducci車n de todas las formas de violencia, los Estados Miembros de las Naciones Unidas han echado los correspondientes cimientos. Al igual que los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) que los precedieron, los ODS no aportan todas las respuestas, pero fijan las prioridades y expectativas del mundo entero, establecen puntos de referencia para que podamos determinar nuestro avance y dan el pistoletazo de salida a una iniciativa mundial concertada. La reducci車n de la violencia es ya uno de esos objetivos; la pregunta es c車mo puede hacerse realidad.
Hace mucho tiempo que es torturada la relaci車n entre desarrollo econ車mico y conflicto violento. Por un lado, la paz y el desarrollo van indisolublemente unidos. No solo se trata de que el conflicto armado tal vez inhiba el desarrollo econ車mico m芍s que ning迆n otro factor, hasta el punto de que a veces se denomina ※desarrollo a la inversa§, sino tambi谷n de que el crecimiento econ車mico sostenido va 赤ntimamente ligado a un n迆mero muy superior de posibilidades de paz. En ese contexto, no es de extra?ar que la consecuci車n de los ODS en Asia Oriental haya arrojado resultados relativamente positivos en el contexto de una ※larga paz§ que se remonta hasta 1979, a?o desde el que no se han registrado conflictos interestatales y han disminuido acusadamente las guerras civiles y la violencia unilateral. Tampoco sorprende que los pa赤ses que muestran los peores resultados en cuanto a la consecuci車n de los ODM sean Estados afectados por conflictos (como la Rep迆blica Democr芍tica del Congo, C?te d*Ivoire, la Rep迆blica Centroafricana y el Afganist芍n) u otros aquejados de violencia social end谷mica (Papua Nueva Guinea). Desde el estallido en 2011 de la guerra de Siria, el pa赤s pas車 de ser uno de los m芍s avanzados al respecto a formar parte del grupo de los m芍s atrasados. As赤 pues, est芍 emp赤ricamente demostrado que, para ganar la guerra a la pobreza, la comunidad internacional debe ganar la guerra a la propia guerra. Sin embargo, tambi谷n es cierto lo contrario: solo podr芍 derrotarse a la guerra mediante avances en la mitigaci車n de la pobreza y en el aumento del nivel de vida. Retrospectivamente, se observa que, cuando se cumplieron los ODM, se contribuy車 a ejercer sobre el conflicto armado una notable presi車n a la baja. A la vez, la reducci車n del conflicto armado increment車 notablemente las posibilidades de registrar avances positivos en el 芍mbito del desarrollo. Hace por lo menos dos decenios que el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, el Banco Mundial y otros destacados organismos para el desarrollo entienden bien esa relaci車n.
Y, sin embargo, en algunas esferas es enconada la resistencia pol赤tica a vincular las iniciativas internacionales de desarrollo con la b迆squeda de la paz y la seguridad internacionales. En el contexto de la negociaci車n de los ODS, el Brasil, la India y el Pakist芍n sostuvieron en un principio que la inclusi車n de un ※objetivo sobre la paz§ difuminar赤a las diferencias entre desarrollo econ車mico y seguridad e instigar赤a al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas a inmiscuirse en los asuntos de la Asamblea General. Algunos expertos en desarrollo tambi谷n pusieron en duda el acierto de incluir entre los SDG la reducci車n de todas las formas de violencia. Les preocupaba que ello desviara fondos b芍sicos de objetivos econ車micos y sociales b芍sicos a objetivos nacionales en materia de seguridad, como la lucha contra el terrorismo. Sin embargo, la amarga experiencia nos ha demostrado que invertir en desarrollo econ車mico sin invertir a la vez en paz es, sencillamente, desperdiciar dinero a espuertas. Basta un breve per赤odo de conflicto violento para, literalmente, echar por tierra a?os de paciente dedicaci車n al desarrollo. La reducci車n de la violencia a escala mundial exige que la totalidad del sistema de las Naciones Unidas y sus asociados act迆en con determinaci車n. Al incluir la reducci車n de la violencia entre sus metas, los ODS han emitido un poderoso llamamiento a la acci車n. La prevenci車n del conflicto violento debe ocupar un lugar central en esta nueva agenda.
Desde el hist車rico informe de 1997 de la Comisi車n Carnegie sobre la prevenci車n de los conflictos letales, ha sido habitual dividir la prevenci車n en dos componentes: prevenci車n operacional, dirigida a prevenir la violencia declarada de forma inmediata, y prevenci車n estructural, dirigida a reducir o mitigar los riesgos que subyacen al conflicto armado. Sin embargo, los l赤mites que separan uno y otro componente son bastante borrosos. Por ejemplo, las operaciones de paz multidimensionales de las Naciones Unidas suelen constar de elementos de ambos, pues una prevenci車n eficaz entra?a actividades dirigidas a hacer frente tanto a las fuentes primarias del riesgo como a los detonantes m芍s inmediatos de la violencia. Al igual que para prevenir los incendios en una vivienda hace falta combinar medidas estructurales (relativas al dise?o y el esqueleto fundamental del edificio) con otras de car芍cter m芍s operativo (como la instalaci車n de aspersores), la prevenci車n de las atrocidades tambi谷n debe dar cuenta tanto de las estructuras profundas como de las crisis inmediatas de las que brota la violencia. A fin de cuentas, es probable que, por muy equipada que est谷 una vivienda con un sistema de aspersi車n, si tiene chimenea y se ha construido con materiales muy inflamables, acabe reducida a cenizas. Algo parecido ocurre en la esfera de la prevenci車n de conflictos: puede que ni siquiera una actuaci車n emprendida con decisi車n al declararse una crisis resulte suficiente para impedir la violencia. Por ejemplo, se ha aplaudido profusamente la respuesta internacional a la crisis post-electoral de Kenya de 2007-2008 como ejemplo tot谷mico de prevenci車n eficaz, pero unos 1.500 civiles fueron muertos antes de que se llegara a una soluci車n.
En el 迆ltimo decenio se ha avanzado constantemente en el desarrollo de la prevenci車n operacional del conflicto armado. Las Naciones Unidas han fortalecido su capacidad de alerta temprana y evaluaci車n por conducto del Departamento de Asuntos Pol赤ticos y del empe?o que ponen en la prevenci車n de las atrocidades mediante la Oficina sobre la Prevenci車n del Genocidio y la Responsabilidad de Proteger, de car芍cter conjunto; han dado prioridad a la protecci車n de civiles en sus operaciones sobre el terreno y han establecido el Plan de Acci車n ※Los Derechos Humanos Primero§, pensado para que resulte m芍s f芍cil a todo el sistema de las Naciones Unidas prever las situaciones de emergencia en el 芍mbito de los derechos humanos, incluidas las que puedan comportar cr赤menes atroces, y darles respuesta.
Los avances han ido con mayor lentitud en la puesta en funcionamiento de la prevenci車n estructural, principalmente porque estas actividades corresponden a fases previas y escapan a la atenci車n suscitada por las emergencias, por lo que no se han incorporado en la labor cotidiana de los organismos de desarrollo. Adem芍s, la prevenci車n estructural no suele venir impulsada por agentes internacionales dedicados a la cuesti車n, sino por gobiernos nacionales y otros agentes locales empujados por inquietudes de 芍mbito local. A ello se debe la gran importancia de que todos los Estados est谷n decididos a reducir la violencia, siendo as赤 que la reducci車n de la violencia ha pasado a incumbir a todos. Para que las Naciones Unidas se pongan al frente de la ayuda prestada a los Gobiernos y otras instancias para dar cumplimiento a su compromiso com迆n, es imprescindible que la prevenci車n en fases iniciales pase a formar parte de su cometido b芍sico.
Sin embargo, para que la prevenci車n pase del consenso a la pr芍ctica no basta sin m芍s con encontrar la configuraci車n institucional adecuada. Tambi谷n es precisa la voluntad pol赤tica de dirigentes gubernamentales, organizaciones internacionales y el sector no gubernamental. Cabe destacar cinco escollos que hay que superar.
? 1. Acuerdo sobre el car芍cter del problema
Habr芍 que conformar un entendimiento com迆n de la manera de medir la violencia, determinar los factores que elevan los riesgos y estudiar maneras de hacerles frente. Los Estados tambi谷n tendr芍n que acordar un instrumento reconocido para determinar la medida en que logran reducir todas las formas de violencia, entre ellas las que suelen pasarse por alto, como la violencia sexual y por raz車n de g谷nero y la denominada ※violencia dom谷stica§. Con los ODS se insiste en que debe exigirse la reducci車n de ※todas las formas§ de violencia. Solo gracias a un consenso sobre la manera de medir la violencia y entender los factores de riesgo podemos esperar medidas dirigidas por Estados y asociaciones mundiales que tengan como fin hacerles frente. El Marco de An芍lisis de las Naciones Unidas sobre los Cr赤menes Atroces: Instrumento de Prevenci車n (2014) sirve de 迆til punto de partida para determinar los riesgos vinculados con el genocidio, los cr赤menes de guerra y los cr赤menes de lesa humanidad, pero ser芍 importante que los Estados y las instancias de la sociedad civil entablen un di芍logo abierto sobre las fuentes de riesgo y que se procure llegar a un consenso sobre estos temas.
? 2.?Titularidad nacional
Cabe sostener que la principal dificultad pr芍ctica se cifra en alentar a los Estados y las sociedades a reconocer la violencia que padecen y los factores de riesgo inscritos en sus propios contextos nacionales. Solo cuando los Estados y sociedades reconozcan el problema solicitar芍n asistencia internacional y se implicar芍n en la prevenci車n estructural. Para que la prevenci車n resulte eficaz es fundamental que los Estados anfitriones, las sociedades y sus asociados internacionales asuman un firme sentido de voluntad com迆n. Se trata de una actividad decididamente pol赤tica, y los Estados suelen ser renuentes a reconocer ni siquiera la violencia en curso o las amenazas m芍s inminentes, por no hablar de los factores de riesgo subyacentes. En ese sentido, incluso la prevenci車n estructural puede ser fuente de controversias y diferencias enconadas. Los enfoques pr芍cticos en materia de prevenci車n deben tener presente esta circunstancia y encontrar medios de alentar a los Estados a que tomen parte activa en la cuesti車n. Una soluci車n evidente sacada de las pr芍cticas de protecci車n de los derechos humanos podr芍 consistir en universalizar el an芍lisis b芍sico disponiendo que todos los Estados notifiquen las pautas de violencia y de riesgo en el marco de su labor de consecuci車n de los ODS. Una soluci車n alternativa ser赤a que la Secretar赤a de las Naciones Unidas facilitara a la totalidad de sus Miembros un seguimiento pormenorizado de la violencia y los factores de riesgo.
? 3. Recursos comprometidos
Hasta la fecha ha resultado dif赤cil generar en suficiente medida la voluntad pol赤tica de incorporar la prevenci車n de los cr赤menes atroces en las pr芍cticas cotidianas de las Naciones Unidas, las organizaciones regionales y los organismos de desarrollo. Ello viene acompa?ado de la insuficiencia de los recursos comprometidos al respecto. Parte del problema de la voluntad pol赤tica reside en la asignaci車n de responsabilidades: ?qui谷n es responsable y qu谷 le corresponde hacer? La inclusi車n de la reducci車n de la violencia en los ODS debe contribuir a consolidar esta voluntad, pues la comunidad de Estados en su conjunto est芍 interesada en reducir los conflictos en el mundo entero.
? 4. Asociaciones en pro de la reducci車n de la violencia
Aunque es inevitable que recaiga en las Naciones Unidas gran parte de la carga de la reducci車n de la violencia, la responsabilidad de cumplir el objetivo va mucho m芍s all芍 de la Organizaci車n. Evidentemente, conviene reafirmar que la principal responsabilidad corresponde a los propios Estados a t赤tulo individual. Sin embargo, tambi谷n es importante dar cabida en la ecuaci車n a los agentes de la sociedad civil y el sector privado de 芍mbito nacional y empoderarlos como agentes de prevenci車n, al igual que calibrar con cuidado las iniciativas internacionales de apoyo a las fuentes locales de resiliencia. Por 迆ltimo, hemos de reconocer que, en 迆ltima instancia, las propias personas determinar芍n si las sociedades gozan de paz o se sumen en la violencia.
? 5. Diligencia debida
Un desaf赤o crucial consistir芍 en prever y reducir las consecuencias negativas imprevistas ejerciendo la diligencia debida. Para ello se precisa una forma de ※diligencia debida§ como la utilizada por algunas organizaciones que operan en situaciones de conflicto y la preconizada por otros autores que contribuyen al presente volumen. En el marco de la denominada ※sensibilizaci車n ante los conflictos§, algunos programas gubernamentales que aportan ayuda en situaciones de conflicto emplean marcos para evaluar los efectos de su ayuda en el entorno social. Es importante que esa labor se lleve a cabo de forma sistem芍tica y que incorpore la sensibilidad a los riesgos de distintos tipos de violencia.
Para contribuir a este avance, el pr車ximo Secretario General de las Naciones Unidas deber芍 plantearse la posibilidad de elaborar una estrategia integral de las Naciones Unidas para reducir todas las formas de violencia. La estrategia deber芍 1) servir de base a un enfoque m芍s sistem芍tico y completo en materia de alerta temprana y evaluaci車n; 2) aportar orientaci車n sobre la manera en que el sistema de las Naciones Unidas puede incorporar la prevenci車n de la violencia en su labor cotidiana; 3) aportar orientaci車n sobre la manera de determinar cu芍ndo debe darse prioridad a la prevenci車n de la violencia frente a consideraciones de otro orden; 4) aportar orientaci車n sobre la manera en que la Organizaci車n puede centrar mejor en la prevenci車n de la violencia sus gestiones diplom芍ticas, sus mensajes p迆blicos, su seguimiento y evaluaciones y sus asociaciones; 5) generar asesoramiento sobre las configuraciones m芍s apropiadas de la presencia sobre el terreno de las Naciones Unidas en los pa赤ses en peligro de violencia en masa; 6) afianzar las asociaciones pensadas para prevenir la violencia y ponerle fin, especialmente las concertadas entre las Naciones Unidas y los arreglos regionales; y 7) aportar orientaci車n y apoyo a los Estados y los grupos de la sociedad civil para que cumplan a fondo su papel.
Los ODS ya han sido objeto de cr赤ticas en algunos 芍mbitos por su car芍cter excesivamente amplio y ambicioso, pero eso es precisamente lo que pretenden: establecer aspiraciones y desafiar al mundo a conseguir lo que para muchos es irrealizable. Si la capacidad de los ODM de suscitar alianzas internacionales puede traspasarse a los ODS, el acuerdo para la reducci車n de la violencia en todas sus formas podr芍 suponer un avance importante. No solo deber赤a orientar al sistema de las Naciones Unidas en su conjunto hacia el objetivo de reducir la violencia, sino que tambi谷n tiene visos de concitar como nunca antes la energ赤a, los conocimientos especializados y los recursos de los Estados en aras de su cumplimiento. La tarea que ahora tenemos por delante consiste en planificar la manera de cumplir estos objetivos y vigilar los avances. Tras ello nos ocuparemos de la dif赤cil tarea de recabar los recursos y la voluntad pol赤tica necesarios. Todav赤a est芍 por ver si la intenci車n del mundo de reducir la violencia est芍 a la altura del desaf赤o. La concertaci車n de objetivos es una medida aislada, peque?a pero importante. A todos nos incumbe hoy la responsabilidad de colaborar en la determinaci車n de los importantes papeles que podemos cumplir para reducir la violencia en todo el mundo.
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La Cr車nica?ONU??no?constituye un registro oficial. Tiene el privilegio de acoger a los altos funcionarios de las Naciones Unidas, as赤 como a distinguidos colaboradores de fuera del sistema de las Naciones Unidas cuyas opiniones no son necesariamente las de las Naciones Unidas. Del mismo modo, las fronteras y los nombres que se muestran y las designaciones utilizadas en los mapas o en los art赤culos no implican necesariamente un apoyo o una aceptaci車n por parte de las Naciones Unidas.?