29 septiembre 2015

En diciembre de 1948, tras a?os de guerra y violencia de proporciones antes nunca imaginadas, el mundo se reuni¨® en Par¨ªs, donde la Asamblea General de las Naciones Unidas aprob¨® la Declaraci¨®n Universal de Derechos Humanos. Bajo el impulso de la maravillosa Eleanor Roosevelt ¡ªviuda del antiguo Presidente de los Estados Unidos de Am¨¦rica, Franklin D. Roosvelt¡ª esta Declaraci¨®n complet¨® la relativamente nueva Carta de las Naciones Unidas y garantiz¨® los derechos de todas las personas en todas las partes del planeta.

Mientras las Naciones Unidas celebran su 70? aniversario y reflexionamos sobre sus repercusiones, ser¨ªa una negligencia no tener en cuenta el poder de este momento singular de 1948. Tan solo unos a?os tras la creaci¨®n de las propias Naciones Unidas, la Declaraci¨®n Universal de Derechos Humanos aprovech¨® uno de los per¨ªodos m¨¢s oscuros de nuestra historia mundial y reuni¨® al mundo en torno a un compromiso para alcanzar determinados derechos humanos universales y otorg¨® a las personas todo el protagonismo. Con su aprobaci¨®n, los dirigentes se comprometieron de manera excepcional a proteger a todas las personas de atrocidades como las vividas durante la Segunda Guerra Mundial.

La Declaraci¨®n Universal de Derechos Humanos ha constituido un influyente punto de partida para las deliberaciones generales sobre desarrollo, para temas que van desde la seguridad y la prevenci¨®n y resoluci¨®n de conflictos hasta la salud, el comercio y el continuo debate sobre el cambio clim¨¢tico.

A pesar de que ha protegido a cientos de miles de personas del peligro y la violencia, con demasiada frecuencia se pasan por alto sus principios fundamentales y hay personas que siguen estando excluidas.

En 2000, los dirigentes mundiales volvieron a reunirse con la determinaci¨®n concreta de erradicar la enfermedad y la pobreza a trav¨¦s de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) acordados por todos los Estados Miembros de las Naciones Unidas. En 2015, a medida que se acerca su fecha l¨ªmite, la pobreza global sigue cayendo, m¨¢s ni?os que nunca asisten a la escuela primaria, la mortalidad infantil ha disminuido radicalmente y las inversiones espec¨ªficas en materia de salud han salvado a millones de personas. Desde 2011, se han salvado m¨¢s de 4?millones de vidas solo de la malaria, y la disminuci¨®n de la mortalidad de ni?os menores de 5?a?os se produce a un ritmo m¨¢s r¨¢pido que en cualquier momento de los ¨²ltimos 2 decenios.

Nuestros esfuerzos colectivos est¨¢n funcionando, pero a medida que nos trasladamos al ambicioso conjunto de objetivos de desarrollo sostenible (ODS) que orientar¨¢n nuestras actuaciones hasta 2030, debemos reconsiderar la esencia de la convicci¨®n de la Sra. Roosvelt para asegurarnos de que empleamos un enfoque que est¨¦ realmente centrado en las personas a fin de seguir avanzando frente a algunos de nuestros retos m¨¢s apremiantes y cumplir las promesas que hemos hecho a la poblaci¨®n mundial, de una vez por todas y para todos.

Tomemos la salud como ejemplo. La salud es fundamental para el desarrollo mundial, e incluso peque?as inversiones generan progresos en comparaci¨®n con otras esferas de desarrollo, como la educaci¨®n y la reducci¨®n de la pobreza. No podemos so?ar con conseguir un mundo m¨¢s pr¨®spero sin mejorar los resultados en materia de salud. Las comunidades sanas generan sociedades m¨¢s estables y econom¨ªas din¨¢micas; pero para que esa ecuaci¨®n funcione plenamente debemos garantizar a todas las personas un acceso asequible y equitativo a servicios de calidad.

En 2012, la Asamblea General de las Naciones Unidas respald¨® con unanimidad una resoluci¨®n que instaba a los gobiernos a garantizar que todas las personas tuvieran acceso a atenci¨®n m¨¦dica de calidad sin sufrir penurias econ¨®micas. Esta idea sigue siendo un pilar central para las futuras actividades de desarrollo, y en oto?o de 2015 los Estados Miembros de las Naciones Unidas aprobar¨¢n una serie de ODS que probablemente incluir¨¢n un objetivo sobre ¡°salud para todos¡±. Como comunidad global, debemos comprometernos a garantizar una cobertura sanitaria universal, de modo que mejore la salud de todas las personas.

Para ello ser¨¢ necesario que cambiemos nuestra manera de pensar en lo que respecta a la salud y adoptemos un enfoque m¨¢s amplio y sist¨¦mico, en lugar de la perspectiva vertical y compartimentada que hemos tomado tradicionalmente. Invertir de manera inteligente y extensa en sistemas de atenci¨®n sanitaria, tales como centros de atenci¨®n primaria de la salud, cl¨ªnicas comunitarias y trabajadores sanitarios de la comunidad, ser¨¢ fundamental para garantizar una atenci¨®n de calidad a todo el mundo. Es preciso capacitar a todos los sistemas para que act¨²en frente a las enfermedades transmisibles frecuentes que suelen darse en comunidades en desarrollo y a enfermedades no transmisibles, como los derrames cerebrales, el c¨¢ncer y las enfermedades card¨ªacas, que cada vez est¨¢n m¨¢s extendidas en pa¨ªses de ingresos bajos y medios. A medida que cambia el panorama sanitario, debemos adaptar nuestros marcos de prestaci¨®n de servicios.

Las inversiones espec¨ªficas en determinadas esferas de la salud seguir¨¢n siendo importantes y, desde luego, reducir¨¢n la carga desproporcionada que suponen enfermedades como el VIH/SIDA, la tuberculosis y el paludismo para los sistemas de atenci¨®n sanitaria que ya atraviesan dificultades. ?El paludismo, por ejemplo, supone hasta el 40% de los gastos en salud p¨²blica en los pa¨ªses que tienen una carga elevada de esta enfermedad y puede ser el responsable de hasta el 50% de las admisiones de pacientes hospitalizados y del 60% de las visitas ambulatorias. Cuando invertimos en programas que luchan contra el paludismo y reducimos esa carga, liberamos recursos financieros y humanos que pueden reorientarse hacia otras cuestiones, como el tratamiento preventivo y las crisis.

El reciente brote del ?bola que devast¨® zonas de ?frica Occidental nos ense?¨® una valiosa lecci¨®n: los sistemas de atenci¨®n sanitaria deben ser capaces de responder a emergencias en cualquier momento para disminuir las repercusiones que afectan a todo el sistema. La comunidad mundial se apresur¨® a ayudar a los pa¨ªses afectados por el ?bola, lo que hizo patente la necesidad y la importancia de que las Naciones Unidas, incluidos sus m¨²ltiples organismos y Estados Miembros, respondieran de manera unificada. Ante la cantidad hist¨®rica de crisis (desde desastres naturales hasta violencia y conflictos) que se est¨¢n viviendo en ?frica, el Oriente Medio y Europa Oriental, debemos aprovechar la experiencia adquirida con el brote del ?bola y las Naciones Unidas deben actuar de forma unificada con vistas a lograr salud, seguridad y prosperidad para todas las personas.

La buena noticia es que la salud es una inversi¨®n muy rentable, en la que gastos relativamente peque?os con frecuencia dan lugar a considerables resultados generales. En Etiop¨ªa, donde trabaj¨¦ como representante de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS) en el pa¨ªs durante varios a?os, se obtuvieron resultados prometedores ante muchos problemas sanitarios primordiales con menos del 15% del gasto p¨²blico total. La mortalidad atribuible al paludismo descendi¨® a 936 muertes registradas en 2011, y la mortalidad materna se redujo en 200 por cada 100.000 nacidos vivos entre 2005 y 2010. Los datos del Banco Mundial muestran que, con un aumento del gasto nacional en salud inferior a 20 d¨®lares de los Estados Unidos per capita entre 2002 y 2011, el Gobierno de Etiop¨ªa no solo previno la enfermedad y salv¨® vidas, sino que tambi¨¦n dio esperanza a las comunidades y ayud¨® a crear una sociedad m¨¢s activa.

Desde mi punto de vista, la salud es un derecho humano universal y la cobertura sanitaria universal es, por definici¨®n, una extensi¨®n evidente de la Declaraci¨®n Universal de Derechos Humanos. Proporcionando una atenci¨®n m¨¦dica de calidad a todas las personas de cualquier edad y nivel socioecon¨®mico ofrecemos un nivel b¨¢sico de protecci¨®n y garantizamos una mayor equidad en los resultados sanitarios que nos ayudar¨¢ a lograr mayores avances en relaci¨®n con la agenda para el desarrollo. Creo que la cobertura sanitaria universal es tan sensata en t¨¦rminos econ¨®micos como convincente desde el punto de vista moral.

No obstante, la buena salud no se puede alcanzar en el vac¨ªo. Si de verdad queremos conseguir un mundo m¨¢s sano, debemos adoptar una mentalidad de ¡°salud para todos¡± y trabajar en todos los sectores a fin de comprender y responder plenamente a todos los factores sociales y ambientales que determinan la salud. Las organizaciones, fundaciones y otros socios que combaten el paludismo han gozado durante mucho tiempo de una buena relaci¨®n con el sector privado, haciendo uso de sus habilidades para ampliar los mercados e incrementar el acceso a intervenciones vitales. Una y otra vez hemos visto que la participaci¨®n del sector privado en la salud origina unos beneficios considerables y que las inversiones se traducen en comunidades m¨¢s sanas, una fuerza del trabajo m¨¢s productiva y econom¨ªas m¨¢s din¨¢micas que conducen a progresos sostenibles en la consecuci¨®n de las metas de salud y desarrollo globales para sociedades enteras. En este momento cr¨ªtico, la comunidad de las Naciones Unidas tiene que sacar el m¨¢ximo provecho de estas importantes experiencias adquiridas y extender sus relaciones con el sector privado, de modo que podamos incrementar el valor de nuestras inversiones, optimizar los rendimientos, ampliar nuestro alcance y maximizar la repercusi¨®n de nuestros esfuerzos.

En diciembre de 2014, el Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, public¨® su ¡°Informe de s¨ªntesis sobre la agenda de desarrollo sostenible despu¨¦s de 2015¡±, en el que destacaba, entre otras cosas, seis elementos esenciales para enmarcar y reforzar el car¨¢cter universal, integrado y transformador de los ODS y garantizar que la ambici¨®n que implican se traduzca en una ejecuci¨®n eficaz a nivel nacional. Entre esos elementos cruciales se encuentra la necesidad de enmarcar los objetivos alrededor de las personas para garantizarles una vida sana, la educaci¨®n y la inclusi¨®n de las mujeres y los ni?os. ?Dado que la poblaci¨®n mundial es de 7.000 millones de personas y va en aumento, debemos anclar nuestros esfuerzos para beneficiar a las personas a quienes se dirigen. A trav¨¦s de los sistemas de salud, no solo ofrecemos libertad y oportunidades financieras, sino que tambi¨¦n facilitamos una mayor participaci¨®n en el propio proceso de desarrollo.

En este contexto, la Alianza para Hacer Retroceder el Paludismo pronto pondr¨¢ en marcha la segunda fase de su Plan de Acci¨®n Mundial contra el Paludismo: Acci¨®n e Inversi¨®n para Vencer la Malaria 2016-2030. Anticip¨¢ndose a los ODS y en l¨ªnea con la Estrategia T¨¦cnica Mundial contra la Malaria (2016-2030) de la OMS, este plan estrat¨¦gico proporciona un marco para los enfoques transformadores, centrados en las personas y multisectoriales que se requieren para lograr las ambiciosas metas relativas a la eliminaci¨®n del paludismo y desatar el potencial econ¨®mico de incontables comunidades.

En cuesti¨®n de meses, las Naciones Unidas pasar¨¢n oficialmente de los ODM a los ODS, lo cual supondr¨¢ otro hito en su excepcional historia. Al hacer este salto y proseguir en el camino hacia el ¨¦xito, hay una cosa clara: debemos llevarnos a todas las personas a esta siguiente fase del desarrollo, sin excluir a nadie, de manera que podamos cruzar con orgullo, igualdad y buena salud la l¨ªnea de meta. Hasta entonces, debemos hacer todo lo posible para garantizar el acceso universal a cuidados de calidad mediante sistemas de salud competentes. En realidad, se trata de un planteamiento sencillo y creo que la Sra. Roosevelt estar¨ªa de acuerdo.

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La Cr¨®nica?ONU??no?constituye un registro oficial. Tiene el privilegio de acoger a los altos funcionarios de las Naciones Unidas, as¨ª como a distinguidos colaboradores de fuera del sistema de las Naciones Unidas cuyas opiniones no son necesariamente las de las Naciones Unidas. Del mismo modo, las fronteras y los nombres que se muestran y las designaciones utilizadas en los mapas o en los art¨ªculos no implican necesariamente un apoyo o una aceptaci¨®n por parte de las Naciones Unidas.?