Cuando empec¨¦ a trabajar como Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Refugiados en febrero de 1991 ¡ªsiendo la primera mujer, la primera japonesa y la primera acad¨¦mica en este puesto¡ª el mundo acababa de dejar atr¨¢s la estructura r¨ªgidamente controlada de la Guerra Fr¨ªa. En pocas semanas desde mi llegada a Ginebra, casi 2 millones de kurdos iraqu¨ªes huyeron a la Rep¨²blica Isl¨¢mica del Ir¨¢n y Turqu¨ªa como consecuencia de la guerra del Golfo. Este fue el principio de mi turbulento decenio como Alta Comisionada hasta que dej¨¦ el cargo en 2000.
La guerra del Golfo de 1991 supuso un importante hito en el avance de la diplomacia multilateral y la acci¨®n humanitaria que sent¨® la base para el per¨ªodo posterior a la Guerra Fr¨ªa en la d¨¦cada de 1990. La magnitud y la velocidad del ¨¦xodo de refugiados no ten¨ªa precedentes y el ritmo del regreso fue igualmente r¨¢pido. Respaldadas por la resoluci¨®n 688 (1991) del Consejo de Seguridad, las fuerzas de la coalici¨®n intervinieron para establecer un cobijo en el norte del Iraq a fin de traer de vuelta a los refugiados kurdos. Al poco nos trasladamos al norte del Iraq por primera vez y trabajamos estrechamente con las fuerzas militares internacionales para ayudar a los refugiados y desplazados internos. En los siguientes a?os, especialmente en la ex-Yugoslavia y la regi¨®n de los Grandes Lagos de ?frica, nos enfrentamos constantemente al desaf¨ªo de replantear nuestras estrategias de protecci¨®n, asistencia y soluci¨®n.
La base de la protecci¨®n segu¨ªa siendo jur¨ªdica, pero garantizar esta protecci¨®n se convirti¨® cada vez m¨¢s en una actividad operativa y pr¨¢ctica. El ACNUR estaba en primera l¨ªnea, a menudo en zonas de guerra, y con frecuencia solo. Nos volvimos mucho m¨¢s activos en los pa¨ªses de origen, especialmente ayudando a los repatriados a reintegrarse. Los tiempos tambi¨¦n exig¨ªan enfoques innovadores del asilo. Abrimos un nuevo camino ¡ªy salvamos muchas vidas juntos¡ª fomentando la protecci¨®n temporal de los refugiados de Bosnia y Herzegovina o aplicando el Programa de Evacuaci¨®n Humanitaria para refugiados de Kosovo. Tras los dram¨¢ticos acontecimientos ocurridos en la regi¨®n de los Grandes Lagos de ?frica entre 1994 y 1997, y despu¨¦s de recibir una petici¨®n del Secretario General para formular propuestas sobre la forma de garantizar la seguridad y la neutralidad en los campamentos de refugiados, desarrollamos una ¡°escalera¡± de opciones, desde un nivel b¨¢sico de ¡°protecci¨®n mediante presencia¡± hasta una serie de alternativas ¡°intermedias¡± de formaci¨®n y despliegue.
Cuando la Guerra Fr¨ªa lleg¨® a su fin, se hablaba con optimismo de la llegada del nuevo orden mundial. Como consecuencia de las nuevas circunstancias, se alcanzaron acuerdos de paz en Am¨¦rica Central, Camboya, Sud¨¢frica y otros lugares a principios de la d¨¦cada de 1990. Las principales operaciones del ACNUR en estas regiones consistieron en la repatriaci¨®n. Sin embargo, la realidad que vino despu¨¦s traicion¨® nuestro optimismo. El universo predecible de las relaciones de la Guerra Fr¨ªa fue sustituido por un per¨ªodo de incertidumbre e inestabilidad. La rivalidad entre superpotencias y los conflictos librados por conducto de otras partes fueron sustituidos por conflictos ¨¦tnicos dentro de las naciones. Los nuevos patrones de conflicto hicieron m¨¢s fluidos y complejos que antes los movimientos de poblaci¨®n. Muchos cruzaban las fronteras y se convert¨ªan en refugiados que pod¨ªan optar a protecci¨®n internacional, pero muchos m¨¢s segu¨ªan siendo desplazados internos y no recib¨ªan protecci¨®n de sus Estados. La mezcla de refugiados y desplazados internos, as¨ª como la rapidez y la magnitud del movimiento humano, fueron caracter¨ªsticas especiales de mi per¨ªodo como Alta Comisionada. Esta tendencia ha continuado y, actualmente, con 51 millones de desplazados forzosos en todo el mundo ¡ªque han superado por primera vez los 50 millones en la era posterior a la Segunda Guerra Mundial¡ª el n¨²mero de desplazados internos duplica al de refugiados.
Los conflictos fueron inevitablemente la principal causa del ¨¦xodo masivo y, m¨¢s que nunca, los desplazamientos y las guerras quedaron intr¨ªnsecamente ligados. Mi primera exposici¨®n informativa al Consejo de Seguridad fue en 1992, cuando la violencia estall¨® en la ex-Yugoslavia y provoc¨® el desplazamiento de millones de personas. Para m¨ª, fue como cruzar el Rubic¨®n humanitario. La comunidad internacional sol¨ªa interpretar que los principios de neutralidad e imparcialidad defendidos durante tanto tiempo significaban mantener una distancia clara de la implicaci¨®n pol¨ªtica. Nunca antes hab¨ªa comparecido un director de un organismo humanitario ante el Consejo de Seguridad.
A menudo se citaba mi afirmaci¨®n de que ¡°no hay soluciones humanitarias a problemas humanitarios¡±. Lo que quer¨ªa recalcar entonces era que los problemas de los refugiados son esencialmente de origen pol¨ªtico y, por lo tanto, tienen que afrontarse mediante acciones pol¨ªticas. La acci¨®n humanitaria puede crear espacio para la acci¨®n pol¨ªtica, pero por s¨ª sola nunca puede sustituirla, como bien ha demostrado el tr¨¢gico ejemplo de Siria en la actualidad. Las soluciones requieren una intervenci¨®n decisiva de las principales potencias mundiales y regionales o el Consejo de Seguridad. Con esta convicci¨®n, inform¨¦ voluntariamente al Consejo de Seguridad, el ¨®rgano pol¨ªtico m¨¢s poderoso de las Naciones Unidas, en 12 ocasiones. Hice enormes esfuerzos para instar a los actores pol¨ªticos a participar m¨¢s en la resoluci¨®n de las crisis humanitarias.
Desempe?ando mi responsabilidad como Alta Comisionada, mi preocupaci¨®n siempre se centraba en ofrecer seguridad a los refugiados y brindarles oportunidades para llevar una vida feliz. Tradicionalmente, las cuestiones de seguridad se examinaban en el contexto de la ¡°seguridad del Estado¡±, es decir, la protecci¨®n del Estado, sus fronteras, su poblaci¨®n, sus instituciones y sus valores contra ataques externos. Se consideraba que las personas ten¨ªan garantizada su seguridad a trav¨¦s de la protecci¨®n extendida por el Estado. Sin embargo, en la era posterior a la Guerra Fr¨ªa, sin agresiones ni amenazas externas a la integridad territorial o la soberan¨ªa del Estado, las personas se enfrentaron a brotes de violencia intraestatal provocados por rivalidades y enemistades hist¨®ricas entre distintos grupos ¨¦tnicos, religiosos y sociales. El Estado como protector de las personas a menudo no consegu¨ªa garantizar la ¡°libertad para vivir sin temor¡± ni la ¡°libertad para vivir sin miseria¡±. Mantener o desarrollar relaciones pac¨ªficas entre personas, grupos o comunidades opuestas se convirti¨® en un asunto de seguridad esencial.
Cuestion¨¦ innumerables veces la forma en que deb¨ªamos abordar el asunto de seguridad esencial en aquel entonces, es decir, la seguridad de las personas. Aprend¨ª que, centr¨¢ndonos m¨¢s directamente en las personas, pod¨ªamos encontrar formas de ofrecer protecci¨®n y aumentar la seguridad. Esta b¨²squeda del concepto de seguridad centrada en las personas me llev¨® a adoptar la ¡°seguridad humana¡± como cambio de paradigma frente a la tradicional ¡°seguridad del Estado¡±. Fue buscando nuevas formas de afrontar los problemas de seguridad del momento cuando, por iniciativa de las Naciones Unidas y el Gobierno del Jap¨®n, se cre¨® la Comisi¨®n sobre Seguridad Humana en 2001 despu¨¦s de que yo dejara el ACNUR. Tuve el honor de copresidir la Comisi¨®n junto con el Premio Nobel de Econom¨ªa Amartya Sen. Nuestro informe de 2003, Human Security Now, se bas¨® en dos a?os de investigaci¨®n, visitas sobre el terreno y audiencias p¨²blicas para proponer un marco innovador de acci¨®n que aborda las amenazas cr¨ªticas para la seguridad humana.
Con la creaci¨®n del Fondo Fiduciario de las Naciones Unidas para la Seguridad Humana, el concepto se alej¨® de lo abstracto y se materializ¨® en lo concreto, dot¨¢ndose de medios para proteger y empoderar a las personas vulnerables en amplios sectores y permitiendo una transici¨®n perfecta del socorro humanitario a la acci¨®n para el desarrollo. El Organismo Japon¨¦s de Cooperaci¨®n Internacional (OJCI), cuya presidencia ocup¨¦ entre 2003 y 2012, colabor¨® activamente con actores humanitarios, esperando cubrir las lagunas entre el socorro humanitario y la labor de desarrollo. El OJCI aplic¨® el enfoque de seguridad humana, no solo en las comunidades que se recuperaban de conflictos, sino tambi¨¦n para superar varios obst¨¢culos como la pobreza, el desempleo y el cambio clim¨¢tico.
La seguridad humana se refiere a la protecci¨®n y el empoderamiento, con el objetivo de capacitar a las personas para adoptar un papel activo a la hora de hacer m¨¢s seguras sus vidas y comunidades. La seguridad humana no puede lograrse de forma individual; funciona como una plataforma com¨²n, ofreciendo un enfoque inclusivo y consolidado para todos los asociados, desde los organismos de los gobiernos y las Naciones Unidas hasta varios donantes, la sociedad civil y los residentes locales, mediante la definici¨®n de sus necesidades, el establecimiento de objetivos comunes y la movilizaci¨®n de servicios de expertos. La seguridad humana tambi¨¦n proporciona una visi¨®n amplia, analizando amplios sectores para abordar cuestiones interrelacionadas. En este proceso continuo, las comunidades pueden construir mecanismos positivos para lidiar con muchos tipos de inseguridades.
En la actualidad, con la aprobaci¨®n de la resoluci¨®n 290 (2012) de la Asamblea General, el enfoque de seguridad humana recaba un amplio consenso entre gobiernos y profesionales. Comparecer en el Acto de Alto Nivel sobre Seguridad Humana en mayo de 2013 en el Sal¨®n del Consejo Econ¨®mico y Social de las Naciones Unidas en Nueva York fue un momento reconfortante para m¨ª.
Sin embargo, la cuesti¨®n sigue siendo c¨®mo sostener la voluntad pol¨ªtica de los gobiernos y los l¨ªderes para actuar en nombre de aquellos cuyas vidas y dignidad est¨¢n en riesgo y transformar esa compasi¨®n en acciones pol¨ªticas. La ecuaci¨®n es todav¨ªa m¨¢s complicada cuando se manifiesta una nueva fuente de amenaza en forma de terrorismo internacional y extremismo violento. El Estado Isl¨¢mico del Iraq y el Levante (EIIL) act¨²a m¨¢s all¨¢ de las fronteras nacionales con una velocidad devastadora. La globalizaci¨®n, que no solo crea riqueza y oportunidades sino que tambi¨¦n ampl¨ªa las desigualdades, ha a?adido m¨¢s complicaciones a la gesti¨®n de la seguridad. El extraordinario crecimiento de la tecnolog¨ªa de la informaci¨®n y el avance en la comunicaci¨®n a trav¨¦s de las redes sociales pueden polarizar el panorama con facilidad y rapidez y reclutar a adolescentes descontentos para la militancia terrorista. La aceleraci¨®n del cambio clim¨¢tico y el calentamiento de la Tierra provocan megadesastres, epidemias mortales e incluso conflictos, que afectan de manera desproporcionada a los que ya viven en situaciones vulnerables. Se est¨¢ poniendo a prueba nuestra capacidad de mantenernos unidos para legar un planeta habitable a las futuras generaciones.
Desde que se crearon las Naciones Unidas, se han producido avances significativos. Cuando se ratific¨® la Carta de las Naciones Unidas, la mayor¨ªa de los pa¨ªses asi¨¢ticos y africanos eran todav¨ªa colonias europeas. Las Naciones Unidas comenzaron con 51 Estados Miembros y se han ampliado a lo largo de estos 70 a?os a 193 en la actualidad. La evoluci¨®n de las amenazas y los desaf¨ªos con los que se pone a prueba a la Organizaci¨®n puede haber superado al progreso. El Art¨ªculo 1 de la Carta proclama que el primer objetivo de la Organizaci¨®n mundial es ¡°mantener la paz y la seguridad internacionales¡±. Si estar seguro significa no estar expuesto a ser asesinado, perseguido o maltratado, no sufrir pobreza extrema que trae indignidad y desprecio y tener libertad para tomar decisiones, entonces demasiadas personas todav¨ªa no pueden permitirse la seguridad actualmente.
En enero de 2015 con un a?o tan especial por delante, el Secretario General Ban Ki-moon, en su comparecencia ante la Asamblea General, se?al¨® que desde el desarrollo hasta la paz y los derechos humanos, las Naciones Unidas deben adaptarse al objetivo m¨¢s que nunca. Celebro la iniciativa del Secretario General de nombrar un grupo de alto nivel para analizar la dificultad de reducir la creciente brecha entre las necesidades humanitarias y los recursos disponibles. En el per¨ªodo previo a la Cumbre Humanitaria Mundial de 2016 que se celebrar¨¢ en Estambul, y con el empe?o de que las Naciones Unidas cumplan su misi¨®n, me gustar¨ªa hacer un llamamiento a las personas, m¨¢s que a los Estados, para que tomen protagonismo.
Una lecci¨®n que he aprendido es que resolver los problemas de los refugiados lleva tiempo. Cambiar las actitudes de las personas lleva tiempo. Fomentar la confianza entre personas que lucharon entre s¨ª lleva tiempo. Pero no es una tarea imposible. Centrarse en las propias personas e insistir en su inter¨¦s propio puede parecer un proceso circular, pero es el enfoque m¨¢s eficaz para prevenir los conflictos y encontrar soluciones duraderas.
A fin de cuentas, las personas son lo que m¨¢s importa. Con frecuencia me preguntan de d¨®nde saco mi energ¨ªa. Suelo pensar en todos los refugiados que he conocido en campamentos, en pueblos, en centros de acogida y en barrios de viviendas precarias. Creo que lo que me ha hecho seguir adelante es la convicci¨®n de que nuestros esfuerzos colectivos pueden transformar el terror y el dolor del exilio en la seguridad y la unidad de familiares y amigos. Lo que han hecho y seguir¨¢n haciendo las Naciones Unidas son esfuerzos que merecen la pena por el futuro y la felicidad de todas las personas de la Tierra. ?
?
La Cr¨®nica?ONU??no?constituye un registro oficial. Tiene el privilegio de acoger a los altos funcionarios de las Naciones Unidas, as¨ª como a distinguidos colaboradores de fuera del sistema de las Naciones Unidas cuyas opiniones no son necesariamente las de las Naciones Unidas. Del mismo modo, las fronteras y los nombres que se muestran y las designaciones utilizadas en los mapas o en los art¨ªculos no implican necesariamente un apoyo o una aceptaci¨®n por parte de las Naciones Unidas.?