De los momentos que recuerdo en las Naciones Unidas hay uno que, en mi mente, suele eclipsar a todos los dem芍s. Tuvo lugar en la medianoche del 迆ltimo d赤a en que el entonces Secretario General, Javier P谷rez de Cu谷llar, ostentaba el cargo. Aquel 31 de diciembre de 1991 se iniciaba el acuerdo para poner fin a la guerra de 12 a?os en El Salvador. Era el primer acto de mediaci車n de las Naciones Unidas en un conflicto interno. Tal vez parezca que me estoy echando flores por el papel que desempe?谷 en aquel proceso, no lo descarto. M芍s all芍 de los aspectos concretos de los acuerdos de El Salvador y la manera en que se lograron, no solo se trat車 de un momento sustancial y trascendente, colmado de esperanza y promesas para el pueblo de aquel pa赤s asediado y para la historia de las Naciones Unidas; fue tambi谷n la culminaci車n de una serie de incre赤bles logros de paz, sin precedentes ni antes ni despu谷s, que marc車 los 迆ltimos tres a?os y medio del decenio que ocup車 en el cargo el quinto Secretario General.
P谷rez de Cu谷llar hab赤a pasado la mayor parte del decenio anterior a su nombramiento como embajador ante las Naciones Unidas y como funcionario superior de la Secretar赤a. Se hab赤a ganado una reputaci車n por su an芍lisis fr赤o y sensato, su sabio consejo y su claro sentido de la realidad. Cuando se super車 el estancamiento aparentemente interminable entre Kurt Waldheim y Salim Ahmed Salim para suceder al primero, se presion車 a P谷rez de Cu谷llar para que presentara su candidatura, pero 谷l solo acept車 que se informara al Consejo de Seguridad de que s赤 se encontraba disponible, sin hacer campa?a, sin pedir el apoyo de nadie ni viajar a Nueva York. No obstante, el Consejo recurri車 a 谷l r芍pidamente.
Lleg車 sin ilusi車n en cuanto a lo que podr赤a lograr. Ten赤a una idea clara de las limitaciones y las posibilidades del cargo, aquello que podr赤a funcionar y aquello que no lo har赤a. El peligro de aniquilaci車n nuclear se hab赤a reducido, pero todos los dem芍s elementos propios de la Guerra Fr赤a persist赤an: la carrera de armamentos, la competici車n geopol赤tica e ideol車gica por las esferas de influencia y los conflictos librados por conducto de otras partes que acostumbraban ser parte de esta guerra. En las Naciones Unidas, el esp赤ritu de cooperaci車n brillaba por su ausencia entre los cinco Miembros permanentes del Consejo de Seguridad en que estaba basado el sistema de seguridad colectiva. Los dirigentes de las superpotencias, los ministros de relaciones exteriores y los representantes de las Naciones Unidas exhib赤an impecables logros como participantes en la Guerra Fr赤a.
P谷rez de Cu谷llar ten赤a un estilo definido y muy propio, del que ense?車 una muestra en su carrera contrarreloj para suavizar el enfrentamiento entre la Argentina y el Reino Unido en el Atl芍ntico Sur. Empez車 a examinar los conflictos en curso para ver si se pod赤an aplicar sus aptitudes y las ventajas particulares de las Naciones Unidas. Contrario a lo que cabr赤a esperar de un dirigente de unas Naciones Unidas marginadas, fue precavido con aquello que decidi車 emprender. La admonici車n de Brian Urquhart, que le disuad赤a de saltar a una piscina vac赤a, constituy車 una especie de tema principal; no ofrec赤a sus buenos oficios a la ligera. Como mejor operaba era en la sombra, no bajo los focos sino cerca de ellos; ese brillo era un obst芍culo para su noci車n de una diplomacia eficaz. As赤, de manera cautelosa, reservada incluso, estudi車 la guerra entre la Rep迆blica Isl芍mica del Ir芍n y el Iraq, el conflicto del Afganist芍n en su fase sovi谷tica, el S芍hara Occidental y Centroam谷rica.
En lugares donde otros ocupaban el mando, como en Angola y en Camboya, no trat車 de suplantar a nadie, ni competir ni interferir de ning迆n otro modo, ni mucho menos intent車 sumarse a sus esfuerzos colectivos. Pero eso no le impidi車 prestar asistencia, a veces crucial, para esas labores. Ellos estaban a cargo y representaban el papel que hab赤an asumido; 谷l desempe?aba el suyo. Como firme creyente de lo que 谷l llamaba la unidad y la integridad de los buenos oficios o la labor de mediaci車n (estuvieran dirigidos por 谷l o por otros, pero no por ambos, y desde luego no de manera conjunta), aguardaba el momento indicado.
El primer mandato de P谷rez de Cu谷llar aport車 poco en t谷rminos de resultados tangibles, pero fortaleci車 la confianza en su manejo de las cuestiones y gener車 cierto 赤mpetu. Ten赤a un don inusitado para encontrar el momento m芍s oportuno y para el equilibrio. Pod赤a ser sumamente paciente cuando hac赤a falta, y sab赤a percibir cu芍ndo hab赤a pasado el momento id車neo y cu芍ndo las cuestiones apremiantes podr赤an ser contraproducentes. No cre赤a que la persistencia fuera una virtud en s赤 misma: arrojar una fruta varias veces contra un muro no va a hacer que madure. No se pon赤a nervioso f芍cilmente y ten赤a una enorme tolerancia a la frustraci車n. Uno nunca lo ve赤a agitarse ni perder los estribos.
Al igual que no intent車 convertirse en Secretario General, rehuy車 un segundo mandato. En una importante ponencia titulada ※El papel del Secretario General§, que present車 en la Universidad de Oxford en mayo de 1986, el quinto y 迆ltimo a?o del mandato para el que hab赤a sido nombrado, dijo que la imparcialidad era el alma y el coraz車n del cargo de Secretario General y, para garantizarla, sugiri車 que se restableciera el sano convenio de que ninguna persona se presentar赤a jam芍s como candidata para el puesto. Es un cargo que deber赤a llegar a una persona cualificada sin que esta lo solicitara. Por muy impecable que pueda ser la integridad de una persona, esta no puede conservar realmente la independencia necesaria si proclama su candidatura y dirige una campa?a electoral de cualquier tipo.
En octubre de 1986, sin temor tras su inequ赤voca declaraci車n de independencia, los Miembros permanentes del Consejo de Seguridad acudieron juntos a su residencia, en la que tal vez fuera su primera iniciativa conjunta desde el comienzo de la Guerra Fr赤a, y le pidieron que aceptara un segundo mandato.
P谷rez de Cu谷llar accedi車, pero en la primera rueda de prensa de su segundo mandato r芍pidamente lanz車 un llamamiento p迆blico a los cinco Estados Miembros permanentes del Consejo de Seguridad para hacer que el Consejo de Seguridad limara asperezas respecto a c車mo solucionar el conflicto entre la Rep迆blica Isl芍mica del Ir芍n y el Iraq, lo cual requer赤a establecer un nuevo marco que reparara las lamentables manipulaciones del conflicto en sus comienzos. Evidentemente, su llamamiento motiv車 que los cinco Miembros permanentes emprendieran acciones. Atendiendo a sus recomendaciones, hicieron que el Consejo formulara un nuevo plan maestro que un tiempo despu谷s condujo al fin del derramamiento de sangre.
Antes de eso, las Naciones Unidas auspiciaron un plan cuidadosamente negociado para la retirada de las tropas sovi谷ticas del Afganist芍n, una negociaci車n cuyas bases hab赤a sentado el propio P谷rez de Cu谷llar en calidad de enviado personal de su predecesor. No mucho tiempo despu谷s, el Grupo de Contacto Occidental facilit車 un acuerdo para la retirada de Angola de todo el personal militar extranjero, lo cual elimin車 el principal obst芍culo (de facto si no de jure) para la libre determinaci車n de Namibia, que tanto se hab赤a postergado. Reclam車 un papel para las Naciones Unidas en el S芍hara Occidental, y para ello dispuso un alto el fuego, de tal modo que se pudiera organizar un referendo sobre la libre determinaci車n, que a d赤a de hoy sigue pendiente de celebrarse. Cuando el Grupo de Contadora concluy車 sus labores en Centroam谷rica, P谷rez de Cu谷llar recibi車 un mandato del Consejo de Seguridad para continuar con ellas. Las Naciones Unidas desempe?aron un importante papel a la hora de poner fin a la Guerra de la Contra y supervisar las elecciones anticipadas en Nicaragua, algo que jam芍s se hab赤a hecho en un Estado Miembro. Las negociaciones para poner fin al conflicto en El Salvador comenzaron a principios de 1990, y unos meses despu谷s en Guatemala.
Los acuerdos de paz de El Salvador no tuvieron nada de inevitable. Entra?aron reformas profundas, tambi谷n en la constituci車n, as赤 como un reacondicionamiento fundamental de las fuerzas armadas y la creaci車n de una nueva Polic赤a Nacional Civil que retirara eficazmente a dichas fuerzas del mantenimiento del orden p迆blico interno. Se abri車 espacio pol赤tico y un marco s車lido para garantizar que se establec赤a el respeto de los derechos humanos.
El hecho de que la r芍faga de 谷xitos en materia de mantenimiento de la paz se deber赤a haber coronado con el acuerdo para poner fin a la guerra de 12 a?os que hab赤a asolado El Salvador proporcion車 una suerte de met芍fora: con 谷l las Naciones Unidas pasaron sin problemas de tener el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales como tema central a su principal tarea actual, resolver el conflicto interno.
Algunos afirman que las Naciones Unidas lograron estas cuestiones porque la Guerra Fr赤a hab赤a llegado a su fin, que las Naciones Unidas simplemente solucionaron los detalles y lidiaron con las consecuencias, como si un hecho hubiera sucedido primero y luego el otro. Los distintos fen車menos que, en conjunto, integraron la Guerra Fr赤a no finalizaron de manera abrupta tras una batalla concluyente como podr赤a ser la de Waterloo. Poco a poco, en el plazo de unos a?os, se fueron disolviendo a ra赤z de una serie de medidas y decisiones adoptadas por las superpotencias, las Naciones Unidas y otros agentes. Estaban entrelazados en una din芍mica de refuerzo mutuo en la cual cuesta discernir la autor赤a, la responsabilidad o determinar qu谷 hechos se produjeron primero. Son muchos los que ayudaron a relajar esas cuestiones. Los futuros historiadores que desenmara?en la cadena de sucesos para comprender c車mo ocurri車 todo se encontrar芍n, no me cabe duda, con pruebas significativas del genoma de las Naciones Unidas y con un poco del ADN de Javier P谷rez de Cu谷llar.
La principal lecci車n que cabe extraer del momento emblem芍tico que se?al谷 al comienzo es que el Consejo de Seguridad tiene que tomarse en serio la tarea de seleccionar a una persona para luego recomendarla a la Asamblea General y que esta finalmente la nombre. Acorde con el esp赤ritu de estos tiempos, se est芍 levantando un clamor por la transparencia y la participaci車n. Resulta comprensible, pero refleja una mala interpretaci車n de la naturaleza y la textura del puesto y la funci車n del Consejo de Seguridad. Si se quiere que el sistema funcione, el Secretario General debe desempe?ar un papel crucial como asociado del Consejo; deber赤an trabajar en estrecha colaboraci車n con una funci車n primordial com迆n que no es otra que la que aparece en el Art赤culo 1 de la Carta de las Naciones Unidas, en que se afirman los prop車sitos de la Organizaci車n: el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales. No conseguiremos que la persona acertada trabaje con el Consejo si tratamos el proceso pr芍cticamente como si fuera electoral. Si ese hubiera sido un requisito, dudo que ni P谷rez de Cu谷llar ni Dag Hammarskj?ld (el otro Secretario General que no present車 su candidatura y que, como se sabe, no supo que hab赤a sido elegido hasta que el Consejo ya hab赤a decidido recomendarlo a la Asamblea General) hubieran ocupado el cargo. No es una cuesti車n de transparencia, sino de la debida diligencia.
En la Carta, el conjunto de los miembros de las Naciones Unidas ha aceptado la funci車n primordial que desempe?a el Consejo de Seguridad en la elecci車n del Secretario General; cabe pues esperar que el Consejo no se limite a asentir a la persona que menos resistencia oponga entre quienes aspiran al puesto. Del llamamiento que P谷rez de Cu谷llar present車 en 1986 en Oxford se podr赤a desprender que querer el puesto deber赤a ser motivo de descalificaci車n. Todo lo que necesitamos saber del Consejo de Seguridad es que se toma en serio su funci車n. Ser赤a bueno iniciar una b迆squeda, establecer una preselecci車n e interrogar a quienes figuren en ella, sin hacer p迆blica esa informaci車n.
La clave radica en cambiar el vector (en otras palabras, la direcci車n) del proceso. La Carta deja claro que el Secretario General ser芍 nombrado, a diferencia por ejemplo de los miembros del Consejo Econ車mico y Social, que son electos. Si se respeta el Art赤culo 100, el Secretario General solo podr芍 ser un asociado valioso del Consejo de Seguridad en lo que se refiere al mantenimiento de la paz y la seguridad. Puede que esto no agrade a veces al Consejo, pero necesita que el Secretario General sea alguien que le diga lo que piensa de manera independiente. Un ejemplo de ello fue cuando P谷rez de Cu谷llar promovi車 que el Consejo rectificara su postura respecto de la guerra entre la Rep迆blica Isl芍mica del Ir芍n y el Iraq, o cuando (disculpen que me repita), en respuesta a lo que en esencia era una petici車n de que se retirara a su representante en las negociaciones de El Salvador, 谷l se?al車 que los problemas ven赤an de otra parte, les dijo qu谷 ocurr赤a, y los convenci車 de que estaba en lo cierto y de que ellos se equivocaban. Ese tipo de independencia solo se puede garantizar si el puesto le llega a una persona cualificada sin que esta lo solicite. ?
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La Cr車nica?ONU??no?constituye un registro oficial. Tiene el privilegio de acoger a los altos funcionarios de las Naciones Unidas, as赤 como a distinguidos colaboradores de fuera del sistema de las Naciones Unidas cuyas opiniones no son necesariamente las de las Naciones Unidas. Del mismo modo, las fronteras y los nombres que se muestran y las designaciones utilizadas en los mapas o en los art赤culos no implican necesariamente un apoyo o una aceptaci車n por parte de las Naciones Unidas.?