9 junio 2020

Nueva York, 9 de junio de 2020

En el mundo hay alimentos más que suficientes para alimentar a los 7800 millones de habitantes que conformamos la población mundial.

Sin embargo, a fecha de hoy, más de 820 millones de personas pasan hambre.

Y aproximadamente 144 millones de ni?os menores de 5 a?os tienen retrasos del crecimiento; eso es más de 1 de cada 5 ni?os en todo el mundo.

Nuestros sistemas alimentarios están fallando, y la pandemia de enfermedad por coronavirus (COVID-19) está empeorando aún más las cosas.

A menos que se adopten medidas de inmediato, cada vez está más claro que hay una emergencia alimentaria mundial inminente que podría tener repercusiones a largo plazo para cientos de millones de ni?os y de adultos.

Este a?o, es posible que unos 49 millones de personas más caigan en la pobreza extrema debido a la crisis de la COVID-19.

El número de personas que sufren inseguridad alimentaria o nutricional aumentará rápidamente.

Incluso en los países donde los alimentos son abundantes, vemos riesgos de disrupciones en la cadena de suministro de alimentos.

Debemos actuar ahora para evitar los peores efectos de nuestros esfuerzos por controlar la pandemia.

Hoy día presento un informe de políticas sobre las repercusiones de la COVID-19 en la seguridad alimentaria y la nutrición.

En el informe se llega a tres conclusiones claras.

Primero, debemos movilizarnos para salvar vidas y medios de subsistencia, centrando la atención allí donde el riesgo es más grave.

Eso significa designar los servicios alimentarios y de nutrición como esenciales, al tiempo que se aplican las protecciones apropiadas para los trabajadores del sector de la alimentación.

Significa preservar asistencia humanitaria crítica en forma de alimentos, medios de subsistencia y nutrición para los grupos vulnerables.

Y significa poner alimentos en los países que sufren crisis alimentarias para reforzar y ampliar los sistemas de protección social.

Los países deben intensificar el apoyo a la elaboración, el transporte y los mercados locales de alimentos, y deben mantener los corredores comerciales abiertos a fin de garantizar el funcionamiento continuo de los sistemas alimentarios.

Deben asegurarse también de que el socorro y las medidas de estímulo lleguen a los más vulnerables, entre otras cosas, atendiendo las necesidades de liquidez de los productores de alimentos en peque?a escala y las empresas rurales.

Segundo, debemos reforzar los sistemas de protección social para la nutrición.

Los países deben salvaguardar el acceso a alimentos seguros y nutritivos, en particular para los ni?os de corta edad, las mujeres embarazadas y lactantes, las personas de edad y otros grupos de riesgo.

Y deben adaptar y ampliar los programas de protección social para atender a los grupos de riesgo desde el punto de vista de la nutrición.

Ello incluye apoyar a los ni?os que ya no tienen acceso a las comidas escolares.

Tercero, debemos invertir en el futuro.

Tenemos la oportunidad de construir un mundo más inclusivo y sostenible.

Creemos sistemas alimentarios que atiendan mejor las necesidades de los productores de alimentos y los trabajadores del sector de la alimentación.

Proporcionemos un acceso más inclusivo a alimentos sanos y nutritivos, a fin de poder erradicar el hambre.

Y reequilibremos la relación entre los sistemas alimentarios y el medio natural transformándolos para que funcionen mejor en armonía con la naturaleza y para el clima.

No podemos olvidar que los sistemas alimentarios contribuyen a hasta el 29 % de todas las emisiones de gases de efecto invernadero, incluido el 44 % del metano, y están teniendo efectos negativos sobre la biodiversidad.

Si hacemos estas y otras cosas, como se indica en el informe que presentamos hoy, podemos evitar algunas de las peores repercusiones de la pandemia de COVID-19 sobre la seguridad alimentaria y la nutrición, y podemos hacerlo de modo que apoyemos también la transición verde que debemos efectuar.

Gracias.