Desde que escuchamos hablar de la COVID-19 por primera vez, hace ya nueve meses, la pandemia se ha cobrado la vida de m¨¢s de un mill¨®n de personas y ha infectado a m¨¢s de 30 millones en 190 pa¨ªses. El n¨²mero de infecciones sigue aumentando y existen preocupantes indicios de nuevas oleadas.

Seguimos sin conocer a fondo el virus, pero hay algo que s¨ª est¨¢ claro: no est¨¢bamos preparados.

La pandemia ha dejado en evidencia sistemas de salud totalmente inadecuados, enormes brechas en materia de protecci¨®n social y grandes desigualdades estructurales entre los pa¨ªses y dentro de ellos.

Todos debemos extraer arduas ense?anzas de esta crisis.

Una de ellas es que no invertir lo suficiente en salud puede tener un efecto devastador en las sociedades y las econom¨ªas.

Esta enorme brecha en la cobertura sanitaria es uno de los motivos por los que la COVID-19 ha causado tanto dolor y sufrimiento.

La pandemia le est¨¢ costando a la econom¨ªa mundial 375.000 millones de d¨®lares al mes. Hasta el momento se han perdido unos 500 millones de puestos de empleo. El desarrollo humano va en retroceso por primera vez desde 1990, cuando comenzamos a medirlo.

La COVID-19 ha demostrado que la cobertura sanitaria universal, unos sistemas de salud p¨²blica robustos y la preparaci¨®n para emergencias son fundamentales para las comunidades, las econom¨ªas y todas las personas.

Este es el contexto en el que se enmarca el informe de pol¨ªticas que presentamos hoy.

Al menos la mitad de la poblaci¨®n mundial no tiene acceso a los servicios de salud que necesita. Unos 100 millones de personas caen en la pobreza cada a?o por tener que afrontar unos gastos sanitarios catastr¨®ficos.

Esta enorme brecha en la cobertura sanitaria es uno de los motivos por los que la COVID-19 ha causado tanto dolor y sufrimiento.

Para lograr la cobertura sanitaria universal, los gobiernos deben aumentar la inversi¨®n en bienes p¨²blicos para la salud, como la vigilancia y la comunicaci¨®n de riesgos, para que no volvamos a afrontar esta situaci¨®n nunca m¨¢s.

Tambi¨¦n es necesario que los programas de salud p¨²blica sean inclusivos y equitativos y que no impongan obst¨¢culos econ¨®micos. Recibir tratamiento m¨¦dico no deber¨ªa estar supeditado al estatus econ¨®mico.

Todos los pa¨ªses se han comprometido a trabajar para lograr la cobertura sanitaria universal en el marco de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

No obstante, no podemos esperar diez a?os. Necesitamos ya la cobertura sanitaria universal, que incluya la salud mental, para reforzar la lucha contra la pandemia y prepararnos para futuras crisis.

Esa es una de las cinco recomendaciones principales que figuran en este informe de pol¨ªticas.

La segunda es frenar la transmisi¨®n de la COVID-19 mediante medidas de salud p¨²blica de eficacia demostrada y una respuesta mundial coordinada.

La tercera es proteger la prestaci¨®n de otros servicios de salud durante la pandemia. De manera indirecta, la COVID-19 est¨¢ matando a personas con cardiopat¨ªas y c¨¢ncer, adem¨¢s de a quienes infecta. Asimismo, el acceso a servicios de salud mental y programas de salud sexual y reproductiva no puede verse comprometido.

La cuarta es asegurar que todas las personas, independientemente de d¨®nde vivan, tengan acceso a vacunas, pruebas y tratamientos relacionados con la COVID-19. Financiar el innovador Acelerador ACT es el modo m¨¢s r¨¢pido de poner fin a la pandemia.

La quinta es fortalecer la preparaci¨®n, para lo cual hay que implicar a todos los sectores de la sociedad e invertir en sistemas de alerta que desencadenen la acci¨®n de las autoridades sanitarias.

La preparaci¨®n para una pandemia y la respuesta a ella son bienes p¨²blicos mundiales que requieren una inversi¨®n a gran escala.

La cobertura sanitaria universal no es gratis, pero cuesta poco en comparaci¨®n con la alternativa.

Insto a que, con efecto inmediato, se aceleren e incrementen las inversiones en la cobertura sanitaria universal y en sistemas de salud m¨¢s robustos.