25 junio 2020

La Carta de las Naciones Unidas ha tenido una presencia constante en mi vida. Mi conocimiento sobre ella comenz¨® con la habitual breve introducci¨®n a los fundamentos de las Naciones Unidas como organizaci¨®n que muchos j¨®venes reciben en la escuela. M¨¢s tarde, cuando mi conciencia pol¨ªtica tom¨® forma en el contexto del r¨¦gimen militar de Portugal y en una ¨¦poca en la que mi pa¨ªs era una potencia colonial, se registraron con car¨¢cter urgente los llamamientos de la Carta a la libre determinaci¨®n y otras libertades. Durante el per¨ªodo en el que trabaj¨¦ como voluntario en los barrios pobres de Lisboa, la visi¨®n de la justicia social que se recog¨ªa en la Carta me resultaba igual de relevante. Posteriormente, cuando ejerc¨ª como parlamentario y, m¨¢s adelante, como Primer Ministro, tuve el privilegio de poder impulsar no solo el progreso nacional, sino tambi¨¦n uno de los otros objetivos principales de la Carta: la cooperaci¨®n internacional. A lo largo del decenio en que ostent¨¦ el cargo de Alto Comisionado para los Refugiados y hoy en d¨ªa en mi puesto actual, el poder de la Carta me inspira a diario a seguir trabajando para ¡°nosotros los pueblos¡±, incluidos los miembros m¨¢s vulnerables de la familia humana, quienes tienen un derecho especial en relaci¨®n con las disposiciones y protecciones de dicho documento hist¨®rico.

La adopci¨®n de la Carta de las Naciones Unidas fue un momento crucial e hist¨®rico. En el documento se consagr¨® la determinaci¨®n de establecer un nuevo orden internacional construido con el objetivo de evitar una tercera guerra mundial despu¨¦s de que se produjesen dos cat¨¢strofes de este tipo en el transcurso de tan solo una generaci¨®n. Durante los ¨²ltimos 75 a?os, la Carta ha demostrado ser un marco s¨®lido a la par que flexible. Sus ideales han perdurado y su fundamento jur¨ªdico se ha ido adaptando de manera progresiva a las nuevas situaciones y necesidades. En medio de las crisis y las complejidades, la Carta ha seguido siendo la referencia a la que todos nos remitimos y en la que nos apoyamos para defender nuestras responsabilidades compartidas y lograr nuestros compromisos mundiales.

En una ¨¦poca en la que asistimos a la propagaci¨®n del odio y la impunidad, la Carta nos recuerda la primac¨ªa de la dignidad humana y el estado de derecho. Asimismo, en un momento de r¨¢pida transformaci¨®n y cambios tecnol¨®gicos, los valores y objetivos de la Carta perduran: el arreglo pac¨ªfico de controversias; la igualdad de derechos entre hombres y mujeres; la no intervenci¨®n, la libre determinaci¨®n y la igualdad soberana de los Estados Miembros; as¨ª como las normas claras que rigen el uso de la fuerza, tal y como se establece en el Art¨ªculo 2, p¨¢rrafo 4, y en el Cap¨ªtulo VII de la Carta.

Vista del puente Golden Gate de San Francisco (los Estados Unidos), la ciudad en la que se firm¨® la Carta de las Naciones Unidas el 26 de junio de 1945. ??Kishan Rana

Estos principios no constituyen favores ni concesiones, sino que conforman las bases de las relaciones internacionales y son fundamentales para lograr la paz. Han salvado vidas, han impulsado el progreso econ¨®mico y social e inspirado el desarrollo m¨¢s en profundidad del derecho internacional para abarcar ¨¢mbitos fundamentales como los derechos humanos, el medio ambiente y la justicia penal internacional.

En aquellos casos en los que estos principios se han incumplido, ignorado o aplicado de forma selectiva, los resultados han sido catastr¨®ficos, pues han generado conflictos, caos, muertes, decepci¨®n y desconfianza. Nuestro desaf¨ªo com¨²n consiste en adoptar mejores medidas a la hora de defender los valores de la Carta. Una de las formas m¨¢s eficaces de cumplir nuestros compromisos es a trav¨¦s de la inversi¨®n en prevenci¨®n, tal y como se contempla en el Cap¨ªtulo VI de la Carta. Otra es trabajando m¨¢s estrechamente con las organizaciones regionales, tal y como se establece en el Cap¨ªtulo VII. Aunque el mantenimiento de la paz es una cuesti¨®n que no se menciona en la Carta, representa el tipo de acci¨®n colectiva destinada a alcanzar la paz que se contempla en ella y constituye una herramienta indispensable que merece gran apoyo internacional.

La Carta de las Naciones Unidas, un documento resiliente y visionario, se dirige a todas las personas; pertenece a todos los seres humanos y a todos los lugares. En una ¨¦poca en la que el mundo lucha contra la pandemia de COVID-19, el aumento de las tensiones geopol¨ªticas y las crecientes perturbaciones clim¨¢ticas, la Carta se?ala el camino hacia la solidaridad que debemos emprender en el presente y durante generaciones. Mientras nos esforzamos por mantener la paz y la seguridad internacionales, proteger los derechos humanos, lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible y fortalecer el multilateralismo, debemos remitirnos a los principios fundamentales; debemos remitirnos al marco que nos ha mantenido unidos; debemos remitirnos a nuestra Carta.

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La Cr¨®nica?ONU??no?constituye un registro oficial. Tiene el privilegio de acoger a los altos funcionarios de las Naciones Unidas, as¨ª como a distinguidos colaboradores de fuera del sistema de las Naciones Unidas cuyas opiniones no son necesariamente las de las Naciones Unidas. Del mismo modo, las fronteras y los nombres que se muestran y las designaciones utilizadas en los mapas o en los art¨ªculos no implican necesariamente un apoyo o una aceptaci¨®n por parte de las Naciones Unidas.?