5 abril 2016

Est¨¢ ampliamente documentado que es circular la relaci¨®n entre conflicto armado y desarrollo. Por una parte, los conflictos han sido m¨¢s frecuentes en pa¨ªses menos adelantados. Por otra, en el curso de un conflicto suelen deteriorarse las condiciones favorables al desarrollo, lo cual hace brotar conflictos nuevos y perpet¨²a otros antiguos (Collier y otros, 20031; Gates y otros, 2014). Incluso cuando acaba un conflicto armado, por medios militares o negociados, persiste el legado de la confrontaci¨®n violenta. Ese legado se plasma en la atrofia de instituciones sociales cruciales, la debilidad de los reg¨ªmenes democr¨¢ticos, pr¨¢cticas corruptas en la distribuci¨®n de los recursos naturales, la perpetuaci¨®n de la circulaci¨®n de armas y la transformaci¨®n de la proliferaci¨®n de la delincuencia. En resumen, los conflictos tienen consecuencias negativas duraderas en la sociedad.

A la vez, el historial de consolidaci¨®n de la paz no es tan sombr¨ªo como cabe inferir de este c¨ªrculo vicioso. Algunos pa¨ªses salen efectivamente del conflicto y la inestabilidad pol¨ªtica. De hecho, el n¨²mero real de conflictos armados est¨¢ disminuyendo a escala mundial (Marshall y Cole, 2014; Pinker, 2011). Contra todo pron¨®stico, algunos pa¨ªses han logrado consolidar una paz (es decir, ausencia de conflicto armado) imperfecta, aunque duradera, en contextos de desarrollo todav¨ªa deficiente. En consecuencia, parece que hemos de tratar de entender mejor los casos en que ni se ha superado la violencia imperante en la sociedad, aun habiendo cesado el conflicto armado, ni se han resuelto problemas sociales y econ¨®micos acuciantes de car¨¢cter estructural, pese a lo cual se ha conseguido que no se reproduzca el conflicto armado.

Am¨¦rica Latina se presta especialmente bien al an¨¢lisis de las tensas relaciones entre el conflicto armado y el desarrollo y los obst¨¢culos que plantean a la paz duradera. La regi¨®n, antes dominada por varios conflictos armados y guerras civiles en activo en pa¨ªses como Colombia, El Salvador, Guatemala, Nicaragua y el Per¨², actualmente se encuentra a punto de asistir al fin del ¨²ltimo conflicto armado, adem¨¢s del m¨¢s antiguo, subsistente en el Hemisferio Occidental. Como consecuencia del ¨¦xito de las conversaciones de paz de Colombia, son muchas las probabilidades de que para fines de 2016 Am¨¦rica Latina est¨¦ libre de conflictos armados por primera vez en m¨¢s de 55 a?os.

Sin embargo, en toda la regi¨®n se observan ampliamente los efectos del conflicto armado en las instituciones sociales y pol¨ªticas, adem¨¢s de numerosos obst¨¢culos al desarrollo. Pese a las mejoras registradas en el ingreso nacional bruto per c¨¢pita, la esperanza de vida, la educaci¨®n, las tasas de pobreza, el tama?o de la clase media y el crecimiento econ¨®mico (Banco Mundial, 2015), Am¨¦rica Latina sigue siendo una de las regiones del mundo donde m¨¢s impera la desigualdad. Adem¨¢s, seg¨²n la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) la tasa de homicidio de la regi¨®n es la m¨¢s alta registrada a escala mundial en varios a?os (UNODC, 2013). La delincuencia organizada est¨¢ generalizada. No sorprende que la seguridad domine las preocupaciones de los ciudadanos de Am¨¦rica Latina. En combinaci¨®n con la percepci¨®n generalizada de inseguridad, y a pesar de la traum¨¢tica experiencia de muchos pa¨ªses con gobiernos autoritarios, los ciudadanos de Am¨¦rica Latina hoy desconf¨ªan de la eficacia de los reg¨ªmenes democr¨¢ticos a la hora de resolver problemas b¨¢sicos, mientras que est¨¢n en auge los valores autoritarios (como la baja tolerancia pol¨ªtica) frente a lo que ocurr¨ªa hace 10 a?os (Carlin, Love y Singer, 2014).

Concretamente, los pa¨ªses afectados por conflictos armados se encuentran entre los que presentan mayor preocupaci¨®n p¨²blica en torno a la seguridad o la inseguridad, mayor frecuencia de denuncias de victimizaci¨®n (Hinton y Montalvo, 2014) y peores perspectivas econ¨®micas (Singer, Carlin y Love, 2014). Seg¨²n datos del Banco Mundial, y en comparaci¨®n con la media de la regi¨®n, el producto interno bruto per c¨¢pita es inferior en estos pa¨ªses (Banco Mundial, 2015). Centroam¨¦rica, lastrada en los a?os setenta y ochenta por distintas formas de conflicto armado y violencia pol¨ªtica, es actualmente la regi¨®n m¨¢s violenta del mundo. La delincuencia organizada ha convertido a pa¨ªses como Guatemala en un centro del comercio y la distribuci¨®n de drogas il¨ªcitas, en lo cual toma parte activa antiguo personal militar. En el Salvador, cuyo conflicto armado finaliz¨® en 1992, se observ¨® un aumento de los homicidios al t¨¦rmino de la confrontaci¨®n. Las bandas y las drogas il¨ªcitas hacen estragos en zonas urbanas. En Colombia el conflicto armado prosper¨® gracias al comercio de coca¨ªna, as¨ª como a otras actividades econ¨®micas il¨ªcitas, como la extracci¨®n de petr¨®leo y operaciones ilegales de extracci¨®n de oro. Pese a la inminente desmovilizaci¨®n de la principal guerrilla izquierdista del pa¨ªs, Colombia se enfrenta a la posibilidad de que algunas formas de violencia se perpet¨²en y transformen a ra¨ªz del actual atractivo de las lucrativas econom¨ªas de guerra en un contexto de fragilidad estatal persistente. La alienaci¨®n juvenil suministra constantemente a las organizaciones delictivas j¨®venes dispuestos a ingresar en ellas. El car¨¢cter enrevesado y conflictivo de muchas controversias sociales, como las suscitadas por los papeles y los derechos de las industrias extractivas, la organizaci¨®n y estructura de la agricultura moderna y la prestaci¨®n de servicios de atenci¨®n m¨¦dica y educaci¨®n, viene a indicar que la atenci¨®n prestada al conflicto armado ha aplazado en estos pa¨ªses el examen y la soluci¨®n de muchos problemas de desarrollo importantes.

Con toda certeza, el conflicto armado librado en estos pa¨ªses latinoamericanos no fue la causa de la mayor parte de estos problemas. De hecho, la violencia social, la inseguridad y el desarrollo frustrado no son algo exclusivo de pa¨ªses antes afectados por conflictos. Sin embargo, parece que la sucesi¨®n de a?os de conflicto armado ha exacerbado estas condiciones como consecuencia de presupuestos militares inflados que han desviado recursos imprescindibles de tareas como la mejora de la atenci¨®n sanitaria y la educaci¨®n y han mermado la rendici¨®n de cuentas democr¨¢tica en contextos en los que predomin¨® el discurso antiinsurgente, tendente a ¡°justificar¡± las medidas ejecutivas r¨¢pidas y una gobernanza negligente ante las cuestiones que no guardaban relaci¨®n con el conflicto en nombre de poblaciones dominadas por la ansiedad que a menudo toleraban o incluso justificaban los excesos autoritarios. En este sentido, el legado del conflicto armado ha contribuido a la debilidad institucional cr¨®nica y al desequilibrio de los presupuestos p¨²blicos, lo cual ha generado un clima en el que ha podido prosperar la delincuencia, la justicia civil no arraiga y la democracia carece de la legitimidad de que goza en otros pa¨ªses. Est¨¢ claro que ha acabado la era de las insurgencias guerrilleras, pero perduran las condiciones que prolongan la violencia y los disturbios sociales y pol¨ªticos.

A la vez, parece que, en su mayor parte, los pa¨ªses no corren peligro inminente de recaer en un conflicto armado. Los grupos radicales decididos a derrocar gobiernos leg¨ªtimos se han desmovilizado en gran medida y ya no plantean amenazas veros¨ªmiles a la seguridad de los ciudadanos y los Estados. Ninguno cuenta con asociados externos poderosos que, como ha ocurrido antes, podr¨ªan haber asumido los costos pol¨ªticos y econ¨®micos de la rebeli¨®n. Los problemas planteados por las bandas delictivas y las mafias del mundo de la droga tienen car¨¢cter distinto y apuntan hacia una complej¨ªsima tarea inconclusa orientada a cumplir la promesa de desarrollo y aumento de la capacidad estatal.

La experiencia de los pa¨ªses latinoamericanos afectados por conflictos ilustra con precisi¨®n la dif¨ªcil relaci¨®n entre consolidaci¨®n de la paz y desarrollo. Los estudios acad¨¦micos y de ¨¢mbito profesional suelen corroborar la necesidad de separar agendas para no sobrecargar la paz de expectativas de profundas transformaciones sociales. Sin embargo, con el tiempo cada vez resulta m¨¢s dif¨ªcil mantener los l¨ªmites claros. Concretamente, los casos examinados apuntan a la necesidad de determinar las intersecciones de paz y desarrollo que ayudar¨¢n a estos pa¨ªses, antes desgarrados por el conflicto, a seguir avanzando en ambos frentes a fin de salvar la brecha que los separa de algunos de sus vecinos latinoamericanos m¨¢s pr¨®speros y m¨¢s estables desde el punto de vista social y pol¨ªtico.

La interdependencia entre paz y desarrollo qued¨® reconocida en la reci¨¦n aprobada Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, seg¨²n la cual ¡°no puede haber desarrollo sostenible sin paz, ni paz sin desarrollo sostenible¡±. Como consecuencia de ello, el Objetivo de Desarrollo Sostenible 16 va dirigido a ¡°promover sociedades m¨¢s pac¨ªficas e inclusivas¡±. La experiencia descrita de Am¨¦rica Latina, que ilustra los problemas encontrados por sociedades empe?adas en superar el legado del conflicto armado en el desarrollo, subraya la pertinencia de este objetivo.

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Notas

1?????????????? Los autores se refieren a este fen¨®meno con el nombre de ¡°c¨ªrculo vicioso del conflicto¡±.

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Referencias

??????????????? Carlin, Ryan E., Gregory J. Love y Matthew M. Singer (2014). Una d¨¦cada de legitimidad democr¨¢tica en las Am¨¦ricas. En Cultura pol¨ªtica de la democracia en Colombia 2014: Dilemas de la democracia y desconfianza institucional en el marco del proceso de paz. Miguel Garc¨ªa S¨¢nchez y otros, eds. Nashville, Tennessee: Vanderbilt University, USAID, p¨¢gs. 105 a 140. Disponible en .

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