Cuando nacieron las Naciones Unidas en 1945, yo ten¨ªa 6 a?os. El mundo estaba saliendo de los horrores de la Segunda Guerra Mundial y Noruega estaba reafirmando y restableciendo su democracia tras cinco largos a?os de ocupaci¨®n nazi. Cuando yo ten¨ªa 10 a?os, mi familia viv¨ªa en Nueva York y yo ya sab¨ªa y estaba orgullosa de que un compatriota noruego, Trygve Lie, hubiera sido nombrado primer Secretario General de las Naciones Unidas. Entonces no pod¨ªa imaginarme que yo tambi¨¦n tendr¨ªa una gran vinculaci¨®n con la Organizaci¨®n.
Durante los ¨²ltimos 35 a?os, he tenido el honor y el privilegio de trabajar en diversas comisiones y grupos de expertos de las Naciones Unidas, as¨ª como de dirigir uno de sus organismos emblem¨¢ticos. He sido testigo de muchas iniciativas positivas de las Naciones Unidas que han contribuido a promover la paz, la democracia y los derechos humanos, a mejorar las condiciones de vida y a proteger el medio ambiente, por mencionar algunas.
Sin embargo, ahora m¨¢s que nunca, la pertinencia de las Naciones Unidas se encuentra en una encrucijada. Desde la creaci¨®n de la Organizaci¨®n se han producido profundos cambios de poder y riqueza en el mundo. De los 193 Estados Miembros que actualmente componen las Naciones Unidas, casi tres cuartas partes no eran miembros en 1945.
El objetivo de las Naciones Unidas trasciende al intento de mantener la paz y la seguridad entre las naciones; consiste tambi¨¦n en ayudar a la humanidad a resolver los problemas econ¨®micos, sociales, humanitarios y ambientales a los que nos enfrentamos.
DESARROLLO SOSTENIBLE
Cuando yo era una joven Ministra de Medio Ambiente en la d¨¦cada de 1970, fui testigo no solo de la creaci¨®n de la Organizaci¨®n de Cooperaci¨®n y Desarrollo Econ¨®micos (OCDE), sino tambi¨¦n de la propia implicaci¨®n de las Naciones Unidas con los gobiernos a la hora de abordar los principales asuntos y desaf¨ªos. En 1976, mi trabajo en el Ministerio de Medio Ambiente me llev¨® a Vancouver (Canad¨¢) para participar en la primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Asentamientos Humanos, y un a?o m¨¢s tarde, en 1977, a Mar del Plata (Argentina), para participar en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Agua. Tambi¨¦n viaj¨¦ a Nairobi, donde ten¨ªa fijada su sede el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) tras la celebraci¨®n de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano en Estocolmo en 1972.
Mi primer papel al servicio de las Naciones Unidas fue en 1983, cuando Javier P¨¦rez de Cu¨¦llar, entonces Secretario General, me invit¨® a crear y presidir la Comisi¨®n Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo. Nuestra Comisi¨®n ten¨ªa en cuenta los problemas, estrechamente relacionados entre s¨ª, de la degradaci¨®n ambiental, la pobreza y el crecimiento de la poblaci¨®n. La Comisi¨®n, reconocida por desarrollar el amplio concepto pol¨ªtico de desarrollo sostenible, public¨® su informe ¡°Nuestro futuro com¨²n¡± en abril de 1987.
Este informe consigui¨® incluir los problemas ambientales en un lugar destacado del programa pol¨ªtico, y los present¨® no de forma aislada, sino vinculados intr¨ªnsecamente al desarrollo y como un derecho de todas las personas y naciones, reconociendo as¨ª su interdependencia. Las recomendaciones de la Comisi¨®n impulsaron la Cumbre de la Tierra, esto es, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, que se celebr¨® en R¨ªo de Janeiro en 1992.
Desde la publicaci¨®n del informe hace m¨¢s de 25 a?os, hemos recorrido un largo camino. De hecho, se han logrado grandes avances desde la presentaci¨®n de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) en 2000. Hemos conseguido reducir dr¨¢sticamente el porcentaje de poblaci¨®n que vive en situaci¨®n de pobreza extrema. M¨¢s personas tienen acceso a agua potable. Menos ni?os mueren durante su primer a?o de vida.
Sin embargo, basta con observar la situaci¨®n para ver que, mientras parte del mundo est¨¢ experimentando niveles de prosperidad sin precedentes, la brecha entre ricos y pobres se ampl¨ªa cada vez m¨¢s. La degradaci¨®n ambiental contin¨²a en aumento, y los efectos del cambio clim¨¢tico han empezado a amenazar a las poblaciones y ecosistemas m¨¢s vulnerables del mundo.
Por todo ello, los objetivos de desarrollo sostenible (ODS), que se presentar¨¢n en septiembre de 2015, ser¨¢n fundamentales para mantener el impulso con miras a erradicar la pobreza extrema en 2030 y para abordar una serie de problemas econ¨®micos, sociales y ambientales de vital importancia, especialmente, el cambio clim¨¢tico.
SALUD
En 1998, tuve el honor de ser elegida Directora General de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS). Mi objetivo era promover el papel de la OMS como conciencia moral y autoridad t¨¦cnica para mejorar la salud de la poblaci¨®n del mundo. Adem¨¢s de prevenir y combatir las enfermedades y de aliviar el sufrimiento, tenemos que promover sistemas de salud sostenibles y equitativos en todos los pa¨ªses.
Antes de emprender una carrera pol¨ªtica, me form¨¦ como m¨¦dico, como mi padre hab¨ªa hecho antes que yo. Reci¨¦n licenciada en medicina y siendo una joven madre, obtuve una beca para estudiar en la Escuela de Salud P¨²blica de Harvard, donde mi concepto de la salud empez¨® a trascender los confines del mundo m¨¦dico y a entrar en cuestiones ambientales y de desarrollo humano.
Este sentido integral de la salud p¨²blica y sus estrechos y complicados v¨ªnculos con cuestiones sociales m¨¢s amplias conform¨® mi percepci¨®n de la OMS y sigue orientando hoy mi labor como miembro de The Elders () y del consejo de la Fundaci¨®n pro Naciones Unidas ().
Aunque concentramos nuestros esfuerzos en luchar contra los riesgos para la salud, como la epidemia del tabaquismo, y contra enfermedades como la malaria, el s¨ªndrome respiratorio agudo y grave (SARS), la tuberculosis y el VIH/SIDA, yo tambi¨¦n quer¨ªa que los gobiernos se concienciaran plenamente de que la inversi¨®n en salud puede ser una inversi¨®n en las econom¨ªas nacionales. En los pr¨®ximos ODS es preciso reconocer este hecho.
FORTALECIMIENTO DE LAS NACIONES UNIDAS
Las Naciones Unidas nacieron del deseo compartido de que el mundo nunca volviera a caer en los horrores de la tiran¨ªa y la guerra mundial. Sin embargo, la Organizaci¨®n no ten¨ªa ni diez a?os cuando el tel¨®n de acero cay¨® sobre Europa y la Guerra Fr¨ªa, con su consiguiente carrera de armamentos nucleares, hab¨ªa cambiado radicalmente el panorama geopol¨ªtico. Esta din¨¢mica de divisi¨®n significaba que hab¨ªa poca disposici¨®n para revisar la naturaleza y las funciones b¨¢sicas de los mecanismos institucionales de la Organizaci¨®n.
Sin embargo, ya ha pasado toda una generaci¨®n desde el fin de la Guerra Fr¨ªa y ya es momento de que las Naciones Unidas aborden estas cuestiones pendientes. Todas las instituciones deben adaptarse para afrontar las nuevas circunstancias, que son muy diferentes a las de 1945.
Se han presentado una serie de propuestas para cambiar la herm¨¦tica composici¨®n del Consejo de Seguridad. Es plenamente leg¨ªtimo demandar una composici¨®n m¨¢s representativa, que refleje el surgimiento de nuevos y din¨¢micos pa¨ªses y regiones y su creciente responsabilidad internacional en materia de paz y seguridad. Tambi¨¦n es leg¨ªtimo y necesario tener en cuenta lo imperativo de la eficacia. ?Debemos ampliar el derecho de veto a las nuevas potencias o centrarnos en recortar el uso del veto de los actuales cinco Estados Miembros permanentes del Consejo de Seguridad?
?Podr¨ªa llegarse a una soluci¨®n de compromiso e introducir una nueva categor¨ªa de miembros, con mandatos m¨¢s prolongados que los actualmente establecidos para los miembros no permanentes, con la posibilidad de ser reelegidos y convertirse en miembros permanentes siempre que mantengan la confianza de los dem¨¢s Estados Miembros? Los esfuerzos de algunos pa¨ªses por establecer una pr¨¢ctica similar sin modificar la Carta de las Naciones Unidas se han encontrado hasta ahora con una oposici¨®n de facto.
Es frustrante y aviva el debate sobre la legitimidad que algunos de los vetos emitidos, as¨ª como las amenazas de veto a veces igualmente eficaces, hayan chocado con la opini¨®n mayoritaria de lo que las necesidades humanitarias nos exigen como comunidad internacional responsable. Debemos hacer un llamamiento a los cinco Miembros permanentes actuales para que no impidan que el Consejo de Seguridad adopte decisiones vinculantes cuando poblaciones enteras se ven amenazadas por cr¨ªmenes atroces.
Hoy es inherente al sistema que los cinco Estados Miembros permanentes del Consejo de Seguridad puedan recurrir al veto cuando consideran que sus intereses fundamentales est¨¢n en juego. Ninguno de ellos toma estas decisiones a la ligera, pero debemos pedirles una explicaci¨®n clara y exhaustiva de las alternativas que proponen, como forma m¨¢s fiable y eficaz de protecci¨®n a las v¨ªctimas. Y cuando uno o varios hagan uso de ese derecho de veto, hacer que los otros prometan no abandonar la b¨²squeda de un entendimiento com¨²n y trabajar a¨²n m¨¢s para encontrar una soluci¨®n eficaz que cuente con el consenso de todos.
Adem¨¢s, debemos exigir que el Consejo de Seguridad escuche con m¨¢s atenci¨®n a todos aquellos que se ven afectados por sus decisiones. Cuando pueden llegar a un acuerdo, los miembros permanentes deliberan con demasiada frecuencia a puerta cerrada, sin escuchar lo suficiente a aquellos a quienes sus decisiones afectan m¨¢s directamente. De ahora en adelante, debemos hacer que ellos, y todo el Consejo, den a los grupos que representan a las poblaciones que viven en zonas de conflicto la oportunidad de informar e influir en sus decisiones.
Los a?os de negociaciones sobre la composici¨®n del Consejo no han producido resultados. Muchos Estados Miembros parecen estar igual de interesados en impedir que otros pa¨ªses tengan mandatos m¨¢s frecuentes o logren la permanencia en el Consejo como en crear un Consejo m¨¢s leg¨ªtimo.
Otras propuestas de reforma de las Naciones Unidas han fracasado por culpa de los propios Estados Miembros. Muchas propuestas v¨¢lidas fracasan porque los Estados Miembros han impuesto normas a las Naciones Unidas que ahora no desean cambiar. Hace algunos a?os, se hizo un esfuerzo elogiable por reducir el n¨²mero de mandatos otorgados a la Organizaci¨®n. Apenas se eliminaron algunos.
Cada vez que se elige a un nuevo Secretario General, tenemos grandes expectativas. La Asamblea General lleva a?os pidiendo tener m¨¢s influencia que hasta ahora sobre la elecci¨®n de dicho cargo, cuando el Consejo de Seguridad le presenta un nombre propuesto para su designaci¨®n. Personalmente, desear¨ªa que la Asamblea General concediera al nuevo Secretario General m¨¢s margen para innovar y emprender iniciativas en nombre de la Organizaci¨®n que lo que los Estados Miembros le han conferido hasta ahora.
Siempre he estado convencida de que debemos basar nuestras decisiones en hechos y datos emp¨ªricos, pero que solo los hechos no son suficientes. Necesitamos un liderazgo ¨¦tico y una clara voluntad pol¨ªtica para tomar las duras decisiones que deben adoptarse. Esto es exigible a los Estados Miembros y a todos los que se encuentran al frente de la Organizaci¨®n.
En su 70? aniversario, las Naciones Unidas deben mostrarse suficientemente maduras y responsables para emprender las profundas reformas que pueden garantizar su eficacia a largo plazo. Deben tambi¨¦n demostrar humildad e implicaci¨®n con los ciudadanos de sus Estados Miembros, escuchar sus opiniones, reconocer sus respectivas contribuciones al desarrollo y demostrar que son importantes para sus vidas y para la vida y el futuro de sus hijos.
Como dijo Nelson Mandela, fundador de The Elders, los verdaderos art¨ªfices de la historia son los hombres y las mujeres comunes y su participaci¨®n en todas las decisiones sobre el futuro es la ¨²nica garant¨ªa de la aut¨¦ntica democracia y libertad1.
Notas
1? Nelson Mandela, ¡°Address to Rally in Durban, 25 February 1990¡±, en?The Struggle Is My Life (Londres, IDAF Publications LTD., 1990), p¨¢g. 228.
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La Cr¨®nica?ONU??no?constituye un registro oficial. Tiene el privilegio de acoger a los altos funcionarios de las Naciones Unidas, as¨ª como a distinguidos colaboradores de fuera del sistema de las Naciones Unidas cuyas opiniones no son necesariamente las de las Naciones Unidas. Del mismo modo, las fronteras y los nombres que se muestran y las designaciones utilizadas en los mapas o en los art¨ªculos no implican necesariamente un apoyo o una aceptaci¨®n por parte de las Naciones Unidas.?