23 septiembre 2020

El impacto de la COVID-19 est¨¢ provocando alteraciones sin precedentes en la ense?anza superior en todas partes. En cuesti¨®n de d¨ªas o semanas, los campus de todo el mundo se quedaron en silencio cuando los pa¨ªses impusieron confinamientos en un intento por contener la propagaci¨®n del virus. Las universidades tuvieron que desarrollar respuestas r¨¢pidas y creativas que les permitieran seguir impartiendo las clases en una situaci¨®n en la que ni el personal ni los estudiantes pod¨ªan acceder f¨ªsicamente al campus. Un desaf¨ªo pr¨¢ctico que se impuso de inmediato a las universidades de ense?anza presencial fue movilizar y asistir a los profesores en el dise?o y la implementaci¨®n de soluciones de evaluaci¨®n y apoyos al aprendizaje alternativos a escala para grupos espec¨ªficos que no dependieran de las clases presenciales.

Esto supuso el desarrollo de instalaciones y tecnolog¨ªas in situ y remotas, as¨ª como la identificaci¨®n y priorizaci¨®n de actividades de implicaci¨®n del alumnado que pudieran organizarse mejor a trav¨¦s de soluciones de software asequibles y disponibles. Tambi¨¦n dependi¨® en gran medida de la creatividad, la empat¨ªa y el juicio de los profesores individuales, quienes a su vez ten¨ªan que soportar una dosis considerable de estr¨¦s e incertidumbre personales a la vez que tranquilizaban a sus ansiosos alumnos y se esforzaban por ofrecer un aprendizaje justo y de calidad. Fue toda una haza?a para el personal universitario acostumbrado a una ense?anza en el campus que implicaba muchas dimensiones pr¨¢cticas y presenciales, como trabajos en grupo, laboratorios, tutor¨ªas y sesiones en estudio.

Puede que uno de los grandes beneficios obtenidos como sector de esta experiencia sea una visi¨®n m¨¢s cr¨ªtica y equilibrada del valor y el papel del aprendizaje en l¨ªnea. Descubrimos que, aunque las modalidades de ense?anza remota pueden apoyar el ¨¦xito, nunca podr¨¢n satisfacer las necesidades educativas de nuestros estudiantes y que los elementos presenciales y mixtos a¨²n deben desempe?ar un papel central. La experiencia en el campus tiene gran relevancia.

Resulta particularmente significativo que la pandemia est¨¦ afectando de manera desproporcionada a los estudiantes desfavorecidos, y est¨¢ atrayendo nuestra atenci¨®n hacia las ya persistentes desigualdades educativas que se observan en muchos pa¨ªses y hacia los riesgos que las exacerban. Tal como se?ala el informe de pol¨ªticas del Secretario General de las Naciones Unidas:?La educaci¨®n durante la COVID-19 y m¨¢s all¨¢, existe sin duda una necesidad urgente de que todos actuemos para garantizar que la interrupci¨®n inmediata de la ense?anza no se convierta en una cat¨¢strofe generacional.

En Aotearoa, Nueva Zelanda, desde donde escribo estas l¨ªneas, tambi¨¦n tenemos importantes disparidades en el ¨¢mbito educativo. Se comprenden razonablemente bien las causas subyacentes, pero, como sociedad, hemos progresado muy poco hacia el cierre de la brecha educativa, en particular, con los pueblos maor¨ªs y del Pac¨ªfico. Durante el confinamiento impuesto por la COVID-19, en la??nos movilizamos r¨¢pidamente para ayudar a nuestros alumnos m¨¢s vulnerables a que prosiguieran con sus estudios. En respuesta a ello, se distribuyeron dispositivos y se facilit¨® el acceso a Internet, se increment¨® la asistencia financiera para situaciones de dificultad y hubo un esfuerzo concertado de los trabajadores de la universidad por contactar personalmente con los estudiantes afectados. Aunque es indiscutible que estos alumnos se enfrentaron a una situaci¨®n particularmente dif¨ªcil durante el confinamiento, resulta alentador observar que su rendimiento acad¨¦mico se mantuvo en niveles comparables a los de semestres anteriores. Curiosamente, al preguntarles por su experiencia de aprendizaje, muchos de estos alumnos se mostraron considerablemente positivos sobre los efectos de la ayuda prestada por la universidad. Estos resultados se?alan que, con grandes esfuerzos focalizados, se puede lograr superar algunas de las barreras del aprendizaje.

Obviamente, los factores que explican las desventajas educativas son numerosos y las palancas con que cuentan las universidades son de cierta forma limitadas. Las consecuencias de la COVID-19 ser¨¢n de gran alcance y se seguir¨¢n sintiendo durante a?os. A la luz de informes que indican que hay alumnos de ¨²ltimo a?o de instituto que est¨¢n dejando los estudios por causa de la presi¨®n de la crisis, una de estas consecuencias ser¨¢ el efecto de la pandemia sobre la canalizaci¨®n de estudiantes hacia la universidad. Ser¨¢n esenciales las asociaciones dentro y fuera del sector educativo (por ejemplo, entre los sectores terciario y secundario) a la hora de abordar y mitigar las consecuencias potencialmente devastadoras de la COVID-19 en los resultados educativos de nuestros estudiantes m¨¢s desfavorecidos.

El informe de pol¨ªticas del Secretario General identifica adecuadamente la necesidad de proteger la financiaci¨®n de la educaci¨®n. La disminuci¨®n de la financiaci¨®n p¨²blica de la ense?anza superior ya estaba planteando importantes dificultades a las universidades antes de la COVID-19, y ahora existe un riesgo real de que la pandemia agrave a¨²n m¨¢s la crisis de financiaci¨®n, as¨ª como las discrepancias en cuanto a acceso y rendimiento. Tenemos que recordarnos a nosotros mismos que, en nuestra precaria situaci¨®n actual, el sector de la educaci¨®n superior puede seguir desempe?ando un papel crucial en los esfuerzos de los pa¨ªses por recuperarse y reconstruir un futuro m¨¢s sostenible, tal como expresan los?. As¨ª pues, es imperativo que los gobiernos protejan la financiaci¨®n de la educaci¨®n superior.

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